Hay ocasiones en las que, oyendo hablar a los dirigentes políticos del mundo, es inevitable plantearse la realidad en términos desagradables: o es que ellos son imbéciles o es que nos toman por imbéciles a nosotros. Ejemplo de ello, John Major, ayer, en relación al conflicto yugoslavo: «Los serbios harán bien en evitar que se agote nuestra paciencia».
Quizá el premier británico creyera que estaba dando prueba de una gran energía política, y hasta es posible que se pensara que sus palabras encerraban una amenaza que el cruel Milosevic se vería obligado a tener muy en cuenta. En la práctica, sin embargo, lo que dijo, tomado literalmente, sólo puede interpretarse en sentido contrario: admitió que lo que los serbios han hecho hasta ahora no ha agotado aún su paciencia. De lo cual Milosevic habrá deducido algo que ya sabía, y que de hecho es una de las condiciones que le han animado a actuar como ha venido haciéndolo: que la paciencia de todos los Major del mundo occidental con respecto a Serbia es prácticamente infinita.
¿Qué habrían de hacer los serbios para agotar la paciencia de nuestros MajorJob? Lo han intentado casi todo: han creado campos de concentración para internar a los bosnios por el mero hecho de serlo, han violado mujeres y niñas por decenas de miles, han realizado una «limpieza étnica» espeluznante, han arrasado poblaciones enteras, están a dos pasos de borrar un país del mapa... Pero la paciencia de John Major resiste. Está hecha a prueba de balas. Le hace falta más que eso.
Si los serbios quieren evitar que se agote la generosa paciencia de John Major, que éste diga: «Hasta aquí hemos llegado» y haga caer sobre ellos dardos y venablos, sólo hay una cosa que deben eludir a toda costa: hacerse sindicalistas. A los asesinos, violadores, genocidas y torturadores, Major siempre les da otra oportunidad. A los sindicalistas, en cambio, los machaca.
Javier Ortiz. El Mundo (3 de enero de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de enero de 2011.
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