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1995/03/18 07:00:00 GMT+1

La más bella ceremonia

Pocas horas después de salir a la calle el zooilógico de ayer, un paje de punta en rojo -era el paje de urgencias- nos trajo a Ulises y a mí un mensaje de la Casa Real. Se nos invitaba a hacer de monaguillos de monseñor Carlos Amigo en la ceremonia que hoy tiene por escenario la catedral de Sevilla. Ulises respondió al enviado real: «Lo sentimos de veras, pero no podemos ir. Nuestro apego al latín nos obliga a declinar la invitación».

Yo tenía dos razones más para no aceptar. Una principal: hace muchos años que comprendí que mis principios me impiden asistir a bodas. Se case quien se case. Incluso aunque sea yo. (La otra razón, muy secundaria, es que la invitación era falsa).

De entre todas las ceremonias detestables -y cuidado que hay ceremonias detestables-, las bodas con pompa y boato eclesial son sin duda las que más me revuelven las tripas. Hay dos posibilidades: a) que uno o los dos contrayentes sean católicos practicantes, y b) que no lo sean. Si no lo son, considero que su teatro ofende innecesariamente a cuantos sí se toman en serio el sacramento. Y si lo son, estimo que deberían separar claramente el sacramento del festejo: hacer lo que deban hacer con sus más allegados y el cura, sobria y religiosamente, y luego, si les da por ahí, pero al margen, montar todo el sarao que les venga en gana.

Es posible que esta posición mía se deba a que siento un atávico respeto por las creencias. Por todas, incluso por las ajenas. Pero, en fin, uno es así, y a ciertas edades ya no se cambia.

Monseñor Amigo se enfadó el otro día por el show que le estaba montando la TV en su catedral. El problema de monseñor es que está en malas condiciones para ponerse purista. La Iglesia católica hace mucho que aceptó hacer política y comerciar con los ritos de la fe. Y, una vez que se atraviesa esa frontera, lo demás acaba viniendo por añadidura. Si cabe llevar bajo palio a un dictador y compaginar el episcopado con el saludo fascista, y si cabe fijar honorarios para los sacramentos -tanto por una boda chipén, tanto por otra modosita; tanto por una primera comunión en solitario, tanto si es en grupo; tanto por un funeral con órgano, tanto por otro sin él-, lo del ojo de la aguja y el camello pasa a morar en el desván. O las creencias -y los ritos que de ellas derivan- se llevan en una intimidad en la que no quepan ni hipocresías ni paripés, o todo se convierte en una farsa, a tanto la monada.

¿Que es bonito que dos personas que se quieren decidan compartir sus vidas? A menudo lo es, sin duda alguna. Pero cada cual tiene su idea de lo bello. La ceremonia de boda más hermosa que he presenciado la protagonizaron dos amigos míos, Fernando y Carmen. Un buen día él le dijo a ella: «¿Y si viviéramos juntos?». Y ella, extremadamente tímida, le respondió: «Por mí...».

Y comenzaron a convivir. Y eso fue todo.

Javier Ortiz. El Mundo (18 de marzo de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de marzo de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1995/03/18 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: preantología 1995 el_mundo carlos_amigo elena_de_borbón matrimonio jaime_de_marichalar iglesia monarquía | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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