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1997/05/14 07:00:00 GMT+2

La guerra de González

González se ha lanzado a un ataque en tromba, disparando en todas las direcciones.

Hay quien sostiene que se ha vuelto loco. Me parece una afirmación arriesgada. Primero, porque pretender que se ha vuelto loco implica considerar que antes no lo estaba. Y segundo, porque no cabe imaginar que la dirección del PSOE en pleno y sus muchos amigos, que le jalean con el mayor entusiasmo, se hayan vuelto todos también locos.

Es cierto que la ofensiva de González, tirando al buen tuntún en todos los frentes, resulta a primera vista un disparate. Dice un refrán portugués -seguro que hay otro castellano equivalente, pero lo desconozco- que Quem tem telhados de vidro não deve andar à pedrada. Es arriesgadísimo liarse a cantazos con los vecinos cuando uno tiene el tejado de cristal. Y el de González, además de ser de cristal, se soporta en vigas de más que dudosa reciedumbre.

En sus tiempos de presidente también tiraba piedras. Pero escondía la mano: se las arreglaba para que fuera Guerra el que apareciera en público como lapidador. Ahora, en cambio, se ha plantado en medio de la plaza con un montón de pedruscos, y los tira a voleo a cara descubierta, y desencajado.

Corre con ello otro riesgo, que no debería desdeñar: el de perder la pelea. Da la sensación de haberse metido a ella convencido de que su talla política es tan superior a la de Aznar que en el cuerpo a cuerpo el actual presidente no le va a durar ni tres asaltos. Pero las cosas son más complicadas. Porque podría ser que González calculara mal sus fuerzas -tiene un impresionante respaldo en prensa, radio y televisión, pero ya no cuenta con el BOE-, y no es imposible que hubiera medido mal las de Aznar: un aparatchik terco puede ser más venenoso que varios carismáticos juntos. Eso sin contar con que la pugna no tiene por qué desarrollarse obligatoriamente cuerpo a cuerpo. Es más: en la medida en que dependa de Aznar, estoy seguro de que no será cuerpo a cuerpo.

Parece también problemático que se haya decidido a atacar a tantos a la vez: al Gobierno, a los jueces que indagan en su pasado, a la prensa que no le acepta, a quienes sustentan la línea mayoritaria de IU, a los financieros que no participan de su tinglado... Un principio elemental de la guerra es que hay que afrontar a los enemigos uno a uno. ¿No lo sabrá?

Claro que sí. Ni se ha vuelto loco -no mucho más, en todo caso, de lo que ya estaba- ni desconoce los riesgos de su táctica.

Simplemente, se ha dado cuenta de que el inmediato futuro presenta muchos y graves peligros. Para él y para algunos de quienes lo apoyan con mayor eficacia. Y él -y sus aliados, en comandita- han considerado que no les queda otro remedio que lanzar una gran ofensiva, a la desesperada, antes de que sea tarde.

Nunca he menospreciado el peligro que tienen las fieras heridas. No digamos cuando son tantas.

Javier Ortiz. El Mundo (14 de mayo de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de abril de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/05/14 07:00:00 GMT+2
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