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1998/10/10 07:00:00 GMT+2

La Constitución de acero

El PSOE va a lanzar una campaña para festejar el vigésimo aniversario de la Constitución. Lo ha decidido de pronto. Tenía programado algún acto que otro -cosa de salir del paso y cumplir el expediente-, pero ha cambiado de opinión, y se ha decidido a tirar la casa por la ventana.

No le ha dado por ahí sólo al PSOE. Como por maravilloso ensalmo, florecen a puñados en este lluvioso otoño los fervores constitucionales. Son clónicos: todos los henchidos de este súbito fervor festejan «la Constitución que el pueblo español se dio hace 20 años».

A decir verdad, lo único que yo me di el 6 de diciembre de 1978 fue un día de asueto. No fui a votar. No podía hacerlo. Me exigían que contestara en bloque, con un sí o un no único, a lo que de hecho era una infinita batería de preguntas, algunas de sentido contradictorio. ¿Cómo diablos puede uno aprobar o rechazar simultáneamente la soberanía popular, la Monarquía, la economía de mercado, la tutela militar de la unidad de España, la provincia como circunscripción electoral, el reconocimiento de las nacionalidades -pero no de su derecho a la autodeterminación-, la no discriminación en razón de sexo -pero la prevalencia del varón en la línea sucesoria de la Corona-, el papel fundamental de la familia en la sociedad... y más y más y más asuntos, metidos todos alegremente en un solo lote?

No me sentí capaz de aprobar todo eso a la vez, y desde entonces vengo sosteniendo la necesidad de reformar la Constitución para hacerla más conforme con los principios democráticos, con la diversidad nacional de España y también, en algunos puntos, con el puro y simple sentido común.

Lo curioso es que bastantes de los que nos negamos a dar el visto bueno a la Constitución, en razón de los aspectos antidemocráticos y centralistas que contiene, la hemos defendido posteriormente con bastante más energía que algunos de los que la promovieron. Y, desde luego, con mucha más que la mayoría de estos que ahora arman tanta bulla presentándola como un tótem intocable.

Tiene narices que se presenten como adalides de la Constitución quienes festejan como espejo de virtudes a dos individuos que han sido condenados en firme por haber violado derechos y libertades fundamentales. O quienes trataron de imponer la Ley Corcuera. O quienes lograron que se aprobara la de Extranjería.

Quienes han violado tantas veces la Constitución, en letra y en espíritu, la pretenden ahora dura como el acero. Convendría que recordaran que el acero es muy duro, pero también muy frágil.

Javier Ortiz. El Mundo (10 de octubre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de mayo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/10/10 07:00:00 GMT+2
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