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1996/09/21 07:00:00 GMT+2

La camisa de Serra

Tiene don Eduardo Serra un modo verdaderamente fascinante de encarar los problemas. Estos días nos ha dado varias rutilantes muestras de esa habilidad suya.

Primera. Aparece la noticia de que el CESID secuestró en 1988 a tres mendigos para experimentar con ellos, inyectándoles drogas para ver qué tal. Al parecer, por culpa de esta no muy ortodoxa iniciativa de los servicios secretos, uno de los mendigos pasó bruscamente de vivir una mala vida a no vivir ninguna. Respuesta del señor ministro de Defensa ante semejante noticia: «No hay constancia» de que tal cosa sucediera. En vista de lo cual, «ni lo confirma ni lo desmiente».

Es talmente como si un padre se enterara de que a su hijo se le acusa de haber violado y asesinado a una niña, y el tipo respondiera tan tranquilo: «No me consta que mi chico haya hecho eso».

Segunda muestra. Se le saca a relucir a don Eduardo lo de las comisiones ilegales de Cubiertas y MZOV, y se le pregunta por qué no denunció esa práctica delictiva cuando se enteró de su existencia, poco antes de que le nombraran presidente de la empresa. A lo que él contesta: «Puse como condición para aceptar el cargo que nada de eso volviera a suceder».

Tampoco está nada mal. Es como si te viene un chorbo y te propone montar un negocio a medias, y tú, tras informarte sobre sus antecedentes y hacerte con pruebas de que es un estafador de tomo y lomo, en vez de poner a la Justicia en su pista y salir a escape, le dijeras: «De acuerdo, me meteré en el negocio. Pero que no me entere yo de que vuelves a estafar a nadie, ¿eh?».

Tercera muestra. Se reprocha a don Eduardo el tenacismo empeño que pone en impedir que la Justicia investigue, clarifique y castigue los delitos eventualmente cometidos por los servidores del anterior Gobierno. A lo que él replica del modo más insólito que imaginarse quepa. Primero, descarta que haga al caso hablar de eventualidad: él da por hecho que los de Felipe González cometieron delitos. Y a continuación pasa a defender la necesidad de encubrir esas fechorías, en nombre de un principio de su particular cosecha, según el cual todo gobernante debe «asumir» la suciedad de sus antecesores porque, si no tiene esa guarra herencia, no puede «proyectar un futuro mejor para nuestros [¿sus?] hijos».

No sé si este modo de razonar -por así llamarlo- debe abordarse como problema político, como curiosidad psiquiátrica o como ambas cosas a la vez. A cambio, tengo claro que un ministro que se contenta con que «no le consten» los secuestros experimentales de sus subordinados, que da por zanjados los delitos de sus socios con tal de que le prometan que no lo harán más y que cree que para alcanzar un «futuro mejor» es condición sine qua non conseguir que el presente resulte inequívocamente pestilente... está como para que le pongan lo antes posible una camisa.

La duda es de qué género habría que ponérsela: si de fuerza o azul.

Javier Ortiz. El Mundo (21 de septiembre de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de septiembre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1996/09/21 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: cesid felipe_gonzález felipismo 1996 eduardo_serra aznarismo aznar el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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