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2000/10/13 06:00:00 GMT+2

Iparralde

Cuando emprendí el camino del exilio a Francia, en enero de 1970, me instalé en Burdeos. No tenía ni oficio ni beneficio. Hasta entonces había estado dando clases de Latín en una academia donostiarra, pero en Francia maldita la necesidad que tenían de un profesor de latín que se expresaba dificultosamente en francés. Así que me puse a buscar trabajo. Cualquier trabajo.

No tardaron en presentarme a un hombre, de apellido Etcheberry, natural de Baiona, que estaba dispuesto a conseguirme un empleo. Me ofreció trabajar como pintor-vidriero para la red de ferrocarriles francesa, la SNCF. «No tengo ni idea ni de pintar paredes ni de poner cristales», le advertí. «No importa. Ya aprenderás», me respondió. Se lo agradecí mucho. «Entre los vascos tenemos que ayudarnos, n'est-ce pas?», dijo, con una gran sonrisa.

Etcheberry no era nacionalista. Jamás habría dado su voto a un partido separatista. De hecho, defendía a De Gaulle. La reivindicación de la unidad política entre las poblaciones vascas de uno y otro lado del Bidasoa le parecía surrealismo puro. Pero se consideraba vasco. Básicamente porque lo era.

Mucha, muchísima gente en España se hace un lío con eso que algunos llaman País Vasco-Francés y otros Euskadi Norte, Iparralde («la parte Norte») o, más coloquialmente, «el otro lado». Se resisten a reconocer la vasquidad de los territorios de Lapurdi, Zuberoa y la Baja Navarra, porque creen que, de hacerlo, se pondrían en no se sabe qué disparadero político. Ese temor conduce a formular proposiciones tan chocantes -tan chocantes para mí, al menos- como la que he leído hoy en El Mundo a propósito de una manifestación abertzale celebrada ayer en Baiona: «Había numerosos asistentes, la mayoría procedentes de Euskadi». Una cosa es la Comunidad Autónoma Vasca -la Euskadi jurídica, delimitada en el Estatuto de Autonomía de 1979, de la que no forma parte, desde luego, la población vasco-francesa- y otra cosa es Euskadi entendida como ámbito cultural, en el sentido más amplio del término: Baiona es indiscutible parte de esa Euskadi.

Algo semejante -semejante; no igual- sucede con la Navarra más pegada a la CAV. Lesaka, pueblo que parece construido para servir de arquetipo de lo vasco y que tiene una proporción de vascohablantes abrumadora, está en Navarra. Alsasua, los valles de Elizondo y Leitzaran, Lekunberri... ¿Es todo eso Navarra? Es Navarra, claro que sí. La Navarra vasca. ¿Quiero decir que no tiene nada que ver con la Navarra de La Ribera? En absoluto. Tiene muchísimo que ver. Todo ello es Navarra.

El País Vasco bajo soberanía francesa tiene lazos importantes que lo vinculan al resto de los territorios vascos... y tiene también lazos poderosísimos que lo unen al resto de Francia. Al igual que la población vasca de este lado de la frontera tiene mucho de común con las poblaciones del resto de España. Existe eso que los catalanes suelen llamar el hecho diferencial, pero existen también muchos hechos no diferenciales.

Toda la cuestión estriba en no dejarse obnubilar por una de las dos caras de la realidad hasta el punto de no ver la otra.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (13 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de abril de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/10/13 06:00:00 GMT+2
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