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1993/10/16 07:00:00 GMT+2

Ignorantes y frívolos

Se suele decir, para fastidiar, que un periodista es un señor que escribe de todo sin saber de nada. Es una afirmación bastante injusta. En primer lugar, porque no todos los periodistas son señores: también hay periodistas señoras. Además, es casi imposible, incluso para un periodista, no saber de nada. Casi todo el mundo sabe de algo. Pero no te dejan escribir de ello todos los días. Y como a los periodistas nos toca publicar a diario, o casi, pues claro, acabamos escribiendo sobre cuestiones acerca de las cuales nuestra sapiencia es, por así decirlo, un tanto limitada.

En esas condiciones, lo único que uno puede hacer, antes de ponerse a escribir o hablar de un asunto, es informarse lo suficiente como para disimular su incultura. Es una precaución útil, para no hacer como esa locutora de TVE que dijo el otro día que la ortodoncia es una enfermedad que está progresando ahora mucho entre los niños.

Hay periodistas que disfrazan su ignorancia tan bien que se diría incluso que saben de qué escriben. Eso es lo que se llama «periodismo de calidad». Cuando viví en París, tuve una aleccionadora experiencia con Le Monde. Descubrí que los nativos de los países más diversos teníamos invariablemente la misma opinión sobre ese diario: creíamos que daba una información muy buena del mundo entero... salvo de nuestro propio país. «Qué gran diario. Pena que la información sobre España sea tan floja», nos quejábamos los españoles. Pero te topabas con un boliviano y decía exactamente lo mismo, sólo que sobre Bolivia. Y si era polaco, pues igual, pero con Polonia. Al final, entendí el truco: el periodismo de calidad consiste en documentarse lo bastante como para que quienes no saben casi nada de una cuestión crean que tú sí.

Tal vez este punto de vista les resulte en exceso cínico. A decir verdad, yo mismo tenía antes mala conciencia por atenerme a él. Pero ahora no. Ahora me siento de lo más orgulloso. Leo y escucho cada día a tantos periodistas que opinan con total aplomo sobre tópicos acerca de los que está claro que no tienen ni pajolera idea que lo de documentarse una miaja me parece ya un escrúpulo de lo más elitista y refinado.

Aunque les entiendo. ¿A qué periodista puede interesarle bucear en arduos problemas de economía o política internacional cuando es obvio que importan un pimiento, porque lo que todo quisque está tratando de saber es si el conde Lecquio y doña Antonia Dell'Atte seguían chingando después de divorciados? Si dedicándose a los cotilleos se obtiene fama y dinero, ¿para qué complicarse la vida con algo tan trabajoso como informarse para informar?

Antes, los periodistas teníamos que ingeniárnoslas para no parecer ni ignorantes ni frívolos. Ahora da igual. Incluso resulta de buen tono parecerlo. A muchos no les cuesta nada: lo son de natural.

Javier Ortiz. El Mundo (16 de octubre de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de enero de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1993/10/16 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: periodismo 1993 el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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