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1997/10/01 07:00:00 GMT+2

Gómez de Liaño

Antes de que lo revele Ernest Lluch o de que lo cuente la Cadena Ser en las noticias de las 14:30, en ese cuarto de hora que dedica todos los días a evocar sus fantasmas, lo confesaré por propia iniciativa: yo también suelo reunirme con Javier Gómez de Liaño. Lo hacemos de vez en cuando, mesa y mantel por delante, y charlamos de nuestras cosas.

Teniendo en cuenta lo que se dice por ahí, según se entra en el kiosco en el montón de al lado, se supone que deberíamos hablar sobre todo de cómo acabar cuanto antes con la Monarquía, abolir el sistema de partidos, poner en pie un régimen presidencialista y meter a todo dios en la cárcel. Pero, unas veces por hache, otras por be, otras incluso por HB, el caso es que nuestras pláticas nunca han ido por esos derroteros tan singulares. Tal vez porque ninguno de los dos tiene mayor interés en que ocurra nada semejante.

Pongamos por caso lo de la Monarquía. No diría yo que mi pensamiento sea extremadamente monárquico -sería una verdadera exageración sostener tal cosa-, pero puedo asegurar y aseguro que no perdería ni un minuto de mi precioso tiempo -como diría el Dylan ese que canta para el Papa- en conspirar para derrocar al Rey. Más que nada porque, según veo yo las cosas, de eso tendría que encargarse el pueblo, y no parece que esté por la labor. En cuanto a Javier Gómez de Liaño, ignoro lo que piensa al respecto. Nunca hemos hablado sobre ello.

Refirámonos a lo del régimen de partidos. De eso sí que hemos charlado alguna vez, pero tampoco hemos conspirado nada. Debo reconocer que el punto de vista de Gómez de Liaño sobre tal particular es la mar de clásico: dice que hay que votar, porque si no lo haces luego no tienes derecho a quejarte, etc. Toda una afrenta para mi vena anarquista.

La verdad es que con Gómez de Liaño es dificilísimo conspirar, no ya a favor del presidencialismo -otra cosa que jamás haría yo: también detesto a los presidentes-, sino incluso en pro de asociarse a la Commonwealth -que eso sí me parecería bien, porque, en no viviendo en el Reino Unido, es de hecho como si no tuvieras jefe de Estado-. No cabe conspirar con él básicamente porque no tiene alma de conspirador.

Lo que sí tiene es una extraña creencia en la imparcialidad y la rectitud de la Justicia. Por ahí puede venirle la perdición.

Si conspirara y lo hiciera en la dirección conveniente, no tendría ningún problema. Muchos jueces conspiran. Estas últimas semanas, sin ir más lejos, ha habido algún magistrado de mucho ringorrango que ha estado en conversaciones con responsables políticos para ver qué sentencia conviene imponer en un célebre juicio que todavía ni siquiera ha empezado. Se trata de un tipejo que, en sus ratos libres, sermonea en tono campanudo sobre la independencia judicial. Nadie le dirá nada, descuiden.

Javier Gómez de Liaño jamás se avendría a semejante hipocresía.

Por eso lo consideran peligroso. Por eso le tengo aprecio.

Javier Ortiz. El Mundo (1 de octubre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de octubre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/10/01 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: periodismo cadena_ser el_mundo 1997 ernest_lluch gómez_de_liaño monarquía república | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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