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1996/08/21 06:00:00 GMT+2

Fuerza y flaqueza de las monarquías

La decisión de Isabel II de proceder al aggiornamento de su cada vez menos real Corona pone otra vez de actualidad la vieja discusión: ¿qué valor tienen hoy en día las monarquías? (Nótese que escribo valor, no coste: «Todo necio / confunde valor y precio», señaló certeramente Machado).

Como se sabe, en España, por razones que sería largo -y muy aburrido- enumerar, este asunto es casi tabú. Se considera de mal gusto discutir en público sobre la utilidad de la Monarquía. Tengo observado que, cuando alguien quiere hacerlo, se pone ipso facto a hablar... de Gran Bretaña. Y ahí sí, se despacha a gusto. ¡Hay que ver la crueldad con que la Prensa de este país trata a los miembros de la realeza británica! Que si los problemáticos amoríos del uno, que si las orejas de soplillo del otro, que si los sombreritos de la de más allá... No dejan títere -por así decirlo- con cabeza. Me parece garrafal. Es otro ejercicio de pura hipocresía, de los que tanto gusta nuestra grey política y periodística.

La cosa llega a veces a extremos que son directamente ridículos. Ayer, en una tertulia de radio, oí a un comentarista que ponía de vuelta y media a la «obsoleta Monarquía británica» porque en su línea sucesoria los hombres tienen prioridad sobre las mujeres. ¿No es exactamente igual en España? Si quiere criticar esa norma -de muy difícil defensa, qué duda cabe-, ¿por qué se va tan lejos?

Digo yo que sería cosa de empezar a tratar de estos asuntos abiertamente y sin tapujos, ya de una vez. Por qué no.

Empezaré a hacerlo refiriéndome hoy a un solo punto, que me parece a la vez clave y oscuro: ¿de dónde obtienen su solidez las monarquías europeas que quedan? No, desde luego, de la superioridad de su invento. Es absurdo que un menda sea jefe del Estado por privilegios de sangre. Tampoco se caracterizan las familias reales por su incansable contribución a la riqueza de las naciones, precisamente. ¿Entonces?

Sólo encuentro una explicación a este fenómeno: la alternativa a las monarquías existentes no acaba de presentar ventajas bastantes como para justificar el cambio.

Pongamos el caso de España. Imaginemos que se instaurara aquí una República parlamentaria, con un presidente elegido por sufragio universal. ¿Quién sería? O, dicho más crudamente: ¿de qué partido sería? ¿Del PP? ¿Del PSOE? Puf.

El sistema monárquico, cuando coexiste con el parlamentarismo, no pierde sus obvias desventajas, pero cuenta con un factor que puede hacerlo fuerte: los monarcas pintan poco en la vida política. Y es mucha la gente que, así sea intuitivamente, se atiene al principio de que el mejor jefe de Estado es el que no existe. Incluso cabría formularlo como ley: tanto menos un monarca interfiere en la marcha de su país -tanto más desapercibido pasa-, tanto más sólida es su Corona.

Lo que también puede formularse al revés: cuanto más se haga notar, cuanto más poder efectivo pretenda tener, tanto más incitará a pensar en lo absurdo de su cargo.

Javier Ortiz. El Mundo (21 de agosto de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de octubre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1996/08/21 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: españa 1996 monarquía reino_unido el_mundo república | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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