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2002/11/06 06:00:00 GMT+1

Fachas contra Alaska

Algunas cadenas de tiendas de discos han vetado la obra de Olvido Alaska, a la que acusan de haber salido en defensa de la piratería. En realidad, lo que la veterana artista había hecho es criticar «el discurso policial de la SGAE» y decir que 9 euros sería «un precio razonable» para un cedé. También llamó la atención sobre el hecho de que el artista no cobra sino 50 céntimos de los 21 euros que cuesta cada disco.

Son tres asuntos conexos, pero diferentes.

Primero, el de los precios de los cedés. Es por lo común muy abusivo, sin duda. No lo es cuando la tirada del disco es muy corta, como ocurre con ciertas obras y colecciones minoritarias, pero sí cuando se trata de discos de gran tirada. En éstos, el margen de beneficio de las compañías es escandaloso.

Segundo asunto: el del porcentaje que se llevan los artistas. Alaska habla de 50 céntimos sobre 21 euros. Ignoro si ese porcentaje se refiere sólo a los intérpretes o si incluye a los autores de las canciones. En todo caso, es una porquería. En el mundo editorial, a los autores se les atribuye por contrato en torno a un 10% sobre el precio de venta de su libro.*

Y tercer asunto: la SGAE. Todas las informaciones que me han llegado sobre los manejos de la gente que dirige ese tinglado hablan de escándalo. Dicen que han puesto en marcha una máquina de recaudar dinero: que persiguen sañudamente toda reproducción pública de música para cobrar por ello, pero que distan de perseguir con el mismo celo a los autores para pagarles lo que han cobrado. Los más célebres y mimados de la industria discográfica no tienen mayor problema a la hora de llevarse lo suyo, pero los artistas y compositores de menos campanillas -por no hablar de los de lejanas tierras- se las ven y se las desean para cobrar, o no cobran en absoluto. Gracias a ello, supuestos músicos que ni se acuerdan ya de cuándo vendieron su último disco, como Tedy Bautista o Ramoncín, viven montados en el dólar.

De modo que, hablando en términos generales, Alaska tiene más razón que una santa. Pero es que, aunque no la tuviera, la reacción de las cadenas de tiendas de discos, boicoteando su obra, sería igual de intolerable. Los vendedores de discos, como los libreros, como los kiosqueros, son meros intermediarios entre quien ejerce la libertad de expresión (o de creación artística, en este caso) y quien posee el derecho inalienable a recibirla. Lo que han hecho no es más que una cacicada fascista.

 

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* Otra cosa es que los autores no tengan modo de saber si las cifras de venta que les proporcionan las editoriales son reales o falsas. Eso se resolvería fácilmente si la Sociedad General de Autores, del mismo modo que se presenta en el último garito de España para comprobar qué música pone, inspeccionara mensualmente las librerías y demás puntos de venta para controlar qué y cuántos libros venden. Así de sencillo. Pero la SGAE descubrió hace tiempo que lo que realmente le da dinero es la música. Y a los escritores, que les den viento.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (6 de noviembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/11/06 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: sgae música piratería diario alaska 2002 cultura | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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