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1997/02/01 07:00:00 GMT+1

Es la guerra

Todo enfrentamiento es una guerra a escala. Las guerras de verdad son guerras a escala 1:1; las peleas domésticas, guerritas a escala 1:5.000.000, o por ahí. La gama de variables intermedias es infinita.

El actual enfrentamiento entre el imperio empresarial de Jesús Polanco y la alianza propiciada por Telefónica es también, a su modo, una guerra. Y, en tanto que tal, debería atenerse a sus leyes.

Hay gentes que dan por hecho que en la guerra vale todo: À la guerre comme à la guerre, que dicen los franceses (algunos). No es así. La guerra también está sometida a reglas. Desde 1856, en que fueron aprobadas las primeras normas internacionales sobre protección del comercio marítimo en tiempo de guerra, continuando por la firma en 1864 de la primera Convención de Ginebra, todos los contendientes civilizados han admitido que en la guerra no vale todo, ni mucho menos. Ese es el principio básico de la Convención de Ginebra: «En todo conflicto armado, el derecho de las partes en conflicto a elegir métodos y medios de lucha no es ilimitado» (Sección I, art. 1).

Al margen de quién tenga más razón en la guerra entre Prisa y sus oponentes -entre los que me encuentro por pura aplicación del certero criterio de Nicolás de Maquiavelo: «Es justa aquella guerra que es necesaria»-, creo que se debe exigir a ambos bandos que combatan respetando las leyes de la guerra.

Por ejemplo, en lo referente a las armas. La Convención de Ginebra prohíbe la utilización de armas químicas y bacteriológicas.

Siguiendo ese ejemplo, en esta guerra debería quedar excluido el uso de la intoxicación informativa. Difundir a los cuatro vientos que el Gobierno pretende aprobar una ley para prohibir la retransmisión codificada de partidos de fútbol, a sabiendas de que el Gobierno no tiene para nada tal intención, es intoxicación informativa. Está feo.

El capítulo II de la Convención de Ginebra trata de la protección general de los civiles en tiempo de guerra. La Plataprisa y la Platafónica deberían comprometerse a que sus combates no dañen a la población civil. Es obvio que el bombardeo informativo actual puede tener efectos muy nocivos para el sistema nervioso de los ciudadanos. Todavía mayor incidencia insalubre puede derivarse del feroz incremento de retransmisiones futbolísticas que va a caernos encima: el yo doy aún más balón que tú bien puede verse como arma de destrucción masiva.

Añadiré un apunte gremial. El apartado f) del capítulo IV de la Convención de Ginebra afirma: «Los periodistas comprometidos en misiones profesionales peligrosas en áreas de conflicto armado serán considerados civiles y tratados como tales». Mucho me temo que en esta guerra vayan a producirse no pocas violaciones de esa exigencia.

¿Cómo prevenirlo? ¿Deberían ambos contendientes designar a un tercero para que hiciera de árbitro, vigilando la limpieza de la pelea?

Tal vez. Pero no creo que eso resolviera el problema.

Probablemente Polanco se las arreglaría para comprar al árbitro.

Javier Ortiz. El Mundo (1 de febrero de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de febrero de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/02/01 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: telefónica el_mundo 1997 polanco prisa televisión | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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