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2004/06/23 07:00:00 GMT+2

Enseñarles los dientes

El Papa reúne una doble condición: es el jefe del Estado vaticano y es, a la vez, el máximo dirigente de la Iglesia católica. En su concepción de las cosas, todo es uno y lo mismo, pero el Derecho Internacional tiene sus propias normas. A él le corresponde decidir si las respeta o las repudia. Y a los demás, tomar nota de su opción.

He leído algunas críticas más o menos veladas a la reconvención pública que Karol Wojtyla dirigió al jefe del Gobierno español durante el encuentro que mantuvieron el pasado lunes. Hay quien apunta que el Papa se excedió al expresar su oposición a ciertos planes legislativos del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero.

No estoy de acuerdo. El Papa se limita a ocupar todo el terreno que le dejan disponible. No es una peculiaridad suya: así funcionamos los humanos. Seguirá en las mismas mientras no se tope con alguien que le diga -todo lo amablemente que se quiera, pero con la necesaria firmeza- que debe diferenciar los distintos planos de la relación que mantiene con el Estado español, y que, cuando habla con el Gobierno de Madrid en su calidad de jefe de un Estado extranjero, no debe injerirse en nuestros asuntos internos.

Para marcar nítidamente los respectivos terrenos, lo correcto habría sido que Zapatero hubiera tomado la palabra a continuación -de hecho le propusieron que lo hiciera- y hubiera dicho que, franqueza por franqueza, él admite que se siente muy preocupado por la tardanza que está demostrando el Vaticano en el reconocimiento a los habitantes de su territorio de las libertades mínimas, incluyendo las de expresión, asociación y culto, y por su recalcitrante negativa a convocar elecciones democráticas.

Soy muy respetuoso con las creencias ajenas. Guardo mis cuentas pendientes con la educación que me impusieron los jesuitas -confío en que Jiménez de Parga sepa disculparme por ello-, pero no alimento ningún afán revanchista. Estoy dispuesto a firmar la paz con todo aquel que quiera la paz. Pero si alguien viene en plan de guerra, la aceptaré, con la sola condición de que la contienda se desarrolle en el incruento campo de las palabras.

En ese caso, y si hay que apuntar a dar, diré que es intolerable que un colectivo con el pasado de la Iglesia católica trate de darnos lecciones de moral civil, pretendiendo que acatemos su particular desdén por el voto ciudadano. Y diré que, antes de ponerse a hablar de embriones, por ejemplo, debería hacer recuento de los cientos de miles de vidas adultas que sus huestes han suprimido a lo largo de la Historia, en plan «Matadlos a todos; Dios reconocerá a los suyos», como en Béziers.

Háblenles alto y claro. Porque es cuestión de relación de fuerzas. Si el Gobierno parece débil, los otros se crecerán. Si les enseña los dientes, lo más probable es que empiecen a decir enseguida que se trata de una sonrisa simpatiquísima.

Javier Ortiz. El Mundo (23 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de abril de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/06/23 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: españa zapatero psoe 2004 vaticano iglesia el_mundo juan_pablo_ii | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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