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2001/07/13 06:00:00 GMT+2

Enseñar periodismo

Hablaba el pasado miércoles en Murcia con un profesor de Bachillerato que me contaba cómo utiliza él los periódicos en clase para mostrar a los alumnos las diferentes posibilidades de tratar una misma noticia.

No me reí, porque el hombre es una buena persona y obra de buena fe, pero tuve que explicarle que, por el sistema que él utiliza, no contribuye a la formación real de sus alumnos. Basándose -como lo hace- en los periódicos de mayor tirada, no enseña en absoluto a sus alumnas y alumnos las diferentes posibilidades que hay de abordar los hechos. Les enseña sólo una. Porque, en su esencia, en la situación actual, todos los grandes periódicos son el mismo periódico.

El proceso de elaboración de las noticias es muy complejo. Del mismo modo que hay un largo y complicado camino que conduce desde la extracción del petróleo del subsuelo hasta la manguera que dispensa gasolina en la estación de servicio, entre el hecho noticiable y la noticia publicada hay todo un mundo de mediaciones. El hecho es sólo la materia prima. A partir de él, empieza su manipulación. Los hechos van pasando por una larga serie de filtros: desde la ideología del periodista de base, que jerarquiza lo que a él le parece de interés y descarta lo que no, hasta los intereses empresariales de la dirección del propio medio informativo, que jamás renuncia a servirse de las noticias para barrer para casa.

Estábamos hablando en Murcia. Ilustré lo que intentaba explicarle poniendo como ejemplo el tratamiento informativo que está teniendo la gravísima epidemia de legionella que sufre la ciudad. Desde que se descubrió que una de las torres de refrigeración que han estado expandiendo la enfermedad pertenece a El Corte Inglés, los medios de comunicación se han pasado todos en masa al cuerpo diplomático. Nadie ha subrayado cuán inaudito es que un establecimiento de esas características no cuente con un sistema permanente de inspección de su sistema de aire acondicionado, ni se ha preguntado por las eventuales responsabilidades -incluso penales- que podrían derivarse de esa gravísima negligencia. Nadie se ha extrañado de que las autoridades -incluida esa ministra que dice que los españoles pueden estar tranquilos, porque ella vela por su salud- no hayan ordenado el inmediato cierre del centro comercial.

¿Por qué? Sencillo: porque El Corte Inglés es uno de los principales anunciantes de España. El más importante, mano a mano con los fabricantes de automóviles. El Corte Inglés no es un mierdoso fabricante de aceite de orujo de oliva al que quepa presentar como Satán redivivo. Es San Isidoro en persona, y merece reverencia. Ocupa un lugar de honor en las cuentas de resultados de todos los periódicos, de todas las radios comerciales y de todas las televisiones. Nadie quiere enfadarlo.

Pues así, todo. Todo.

Afrontar lo que aparece publicado en los periódicos sin tener en cuenta lo que se oculta en esa nutridísima trastienda es engañarse uno mismo y engañar a los demás.

Si lo sabré yo.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (13 de julio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/07/13 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: diario 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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