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2007/05/19 07:00:00 GMT+2

Elogio de la alternancia

Un escándalo en la Hacienda de Irún -que ha acarreado alguna dimisión política- ha servido para que diversos comentaristas, vascos y de otros lares, se hayan referido a los inconvenientes que presenta que unas u otras administraciones públicas sean gobernadas durante muchos años por el mismo partido.

Para mí que el caso no es el más adecuado para ilustrar la idea. Por diversas razones: porque se refiere a instituciones gobernadas en coalición, no por un solo partido; porque la Administración Tributaria está en muy buena parte regida por funcionarios, no por políticos... y porque en este asunto hay un mar de fondo de pendencias partidistas que, por lo menos para mí, no están nada claras.

Pero, hechas esas salvedades, en lo fundamental estoy de acuerdo. No como un dogma, pero sí como idea general. Es bueno que en los poderes públicos haya alternancias, aunque no supongan verdaderas alternativas.

Julio Anguita solía insistir en el valor de esa distinción. No se trata de que se quite Andrés de Ramón -venía a decir- para que se ponga Ramón de Andrés, como los franceses hablan de Blanc Bonet y Bonet Blanc. Cierto: la cuestión no es despedir a unos individuos que tienen un modo de gestionar la cosa pública para poner a otros que tal cual, sino acabar con un modo de gobernar para abrir paso a otro.

Ahora bien: la experiencia me ha demostrado que tampoco hay que desdeñar los aspectos positivos -menores, pero positivos- que puede tener que Andrés de Ramón sea sustituido por Ramón de Andrés, por así decirlo. O sea, y por expresarlo un tanto a lo bestia: que dejen de gobernar unos impresentables para que, durante un cierto tiempo, lo hagan otros impresentables.

He hablado de experiencia. La mía me dice que, cuando una pandilla de políticos venales lleva ya un puñado de años sentada en sus poltronas, lo suyo tiende a dejar de ser un Gobierno para convertirse en un régimen. Se convierten en una casta. Establecen unas redes de influencias, una trama de chanchullos, todo un sistema de complicidades que acaba por solidificarse.

La mayor ventaja de que aparezcan otros... es que son otros, por definición. Y eso hace que se rompan los esquemas, que se abran las ventanas y se oree el ambiente durante un cierto tiempo. No necesariamente mucho: algo. Los nuevos, una vez instalados, tienen que hacer su aprendizaje. El perfecto burócrata, el aparatchik, el político corrupto, no nace: se hace. Y, mientras se está haciendo, es imperfecto. La alternancia permite cambiar a un político corrupto que empieza a ser perfecto por otro que todavía está en ello.

La cuestión está en acordar dónde conviene que suceda eso. ¿En Guipúzcoa? ¿En Vizcaya? ¿En Navarra? ¿En Madrid? ¿En Valencia? ¿En Baleares? ¿En todas partes? ¿A la vez?

Por mí, sí. Pero lo mío no vale. Es bien sabido que yo soy un gamberro.

Javier Ortiz. El Mundo (19 de mayo de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: Elogio de la alternancia. Subido a "Desde Jamaica" el 23 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/05/19 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: corrupción el_mundo víctor_bravo pnv euskal_herria 2007 anguita euskadi | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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