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2007/04/21 07:00:00 GMT+2

El tiempo de las víctimas

A partir de los años 90, nuestras sociedades occidentales empezaron a hacer algo nunca visto hasta entonces: convertir a las víctimas en héroes. A las víctimas de cualquier desgracia: del terrorismo, de la violencia machista, de las catástrofes naturales, de los linchamientos mediáticos... De lo que sea, con tal de que permita elevar a las personas a la categoría de víctimas. Y ello pese a lo chocante que resulta que pueda considerarse una heroicidad convertirse en víctima, habida cuenta de que el heroísmo lleva inexcusablemente aparejada una elección, y las víctimas no eligen nada: lo son muy a su pesar.

Siempre ha habido víctimas, por supuesto. Lo nuevo es la mirada social que recae sobre ellas. Antes, la sociedad volvía la espalda a los desgraciados. Incluso se hacían bromas sobre lo poco conveniente que resultaba preguntar a alguna gente: «¿Qué tal?», porque se corría el riesgo de que respondiera contando sus desgracias. Ahora, en cambio, la compasión es un sentimiento muy prestigiado, que apareja la exigencia de que las víctimas sean acogidas, atendidas, protegidas por leyes especiales y respaldadas económicamente por el Estado, que puede recortar sin ningún miramiento todo tipo de gastos sociales, pero bajo ningún concepto escatimar fondos de ayuda a las víctimas.

Los autores de un reciente libro aparecido en Francia (Soulez-Larivière y Eliacheff, Le temps des victimes) dan cuenta de la aparición en su país de la victimología en tanto que disciplina académica. No sólo es posible estudiarla y diplomarse en ella sino que, según cuenta, se trata de una especialidad muy valorada. Ningún licenciado en victimología tiene problemas para encontrar empleo.

Parece paradójico que algo así suceda en una sociedad que, como la nuestra, practica el culto al ganador. Pero la función que cumple la figura de la víctima es clave para apuntalar otro fundamento del orden actual: la dictadura de la emoción sobre la razón. Ayuda también a suprimir las barreras entre lo privado y lo público: de ahí el creciente papel que los testimonios personales desgarradores y las escenas de dolor teóricamente privado ocupan en los informativos de las televisiones.

Ser víctima puede resultar incluso rentable. Eso es lo que explica que hasta los propios dirigentes políticos rivalicen entre sí ante el gran público para ver quién está siendo más víctima (de calumnias, de bajezas, de acusaciones infundadas, etcétera). Sarkozy está ahora mismo que se sale, feliz de los ataques personales que le dirigen por ser medio extranjero y tener problemas matrimoniales. «Y es que –dicen los autores del libro mencionado–, desde el momento en que uno es víctima, tiene ya derecho a atacar a los demás».

Acabada la solidaridad, la camaradería y el compañerismo, hemos entrado en el reino de la compasión.

Javier Ortiz. El Mundo (21 de abril de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/04/21 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: soule_larivière el_mundo francia víctimas sarkozy preantología 2007 eliacheff | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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