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2001/12/04 06:00:00 GMT+1

El Tercer Mundo de ahí al lado

Mesa redonda sobre la aplicación aberrante de la Ley del Menor y su tratamiento informativo. Ayer, en la Parroquia de San Carlos Borromeo, en Entrevías. La regenta el cura Enrique de Castro, viejo luchador de mil lides. Se suponía que debíamos intervenir Eduardo Haro Tecglen, José Luis Martín Prieto y yo.

Refractario a la impuntualidad, decidí acercarme con tiempo: no sabía ni dónde estaba la Parroquia ni con qué circulación me iba a topar por el camino. Finalmente, llegué con bastante antelación.

La iglesiuca, con una extraña forma de ermita campestre, estaba cerrada todavía. Un barbudo con aspecto de sin techo me gritó: «¡Ahora abren, jefe! ¡A las siete y media!».

Eché una ojeada a la fachada, llena de pintadas, presididas por un cartel de publicidad de un restaurante chino. Jamás había visto publicidad en una iglesia. Bueno, sí, en sentido amplio. Pero no como ésta.

Aproveché para pasear por el barrio.

Me vi sumergido en otro mundo. Los comercios, las conversaciones -incluso el idioma: el modo de hablarlo-, las vestimentas... Me sentí en otro país, en otro continente. La madre diciéndole a la hija embarazada, jovencísima: «¡Pues yo no conozco a nadie que se llame Melodía!». La tienda de «El Pinturas». El dependiente de comestibles, chino, con su niña sentada en el cochecito, detrás del mostrador, mirándola preocupado («¿Pol qué llola?»)...

Era un extraño. Y se daban cuenta.

Estoy acostumbrado a hablar de la pobreza; no a verla. Y está claro que la pobreza tampoco tiene costumbre de verme a mí.

Aquello fue sólo el arranque de un viaje iniciático por el Tercer Mundo del Primer Mundo, que duraría hasta las tres y media de la mañana. Porque luego vino la charla en esa iglesia que ya no es iglesia -o no lo es según los cánones tradicionales-, y mi perorata intelectual, vergonzosa, ridículamente abstracta, seguida del testimonio apasionado de un periodista de Canal Sur Radio que lleva un programa sobre presos o, mejor dicho, con presos, y un coloquio vivísimo de más de dos horas, cualquier cosa menos convencional, en el que fueron saliendo a borbotones los casos de injusticia palmaria protagonizados por funcionarios de un Estado orwelliano para los que una familia pobre es sólo un grupo de riesgo, y la cena posterior con veinte de ellos -más y más testimonios: Dios mío, qué angustia-, y también las risas, cómo no, y la sencillez, y las muestras de afecto...

Esta mañana me he levantado con la sensación de que la noche de ayer me cambió algo. Algo por dentro. O por fuera. No sé qué.

Ah, me olvidaba: Martín Prieto y Haro Teglen no se presentaron.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (4 de diciembre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de junio de 2017.

Nota de edición: Javier volvió a escribir sobre esta parroquia má adelante, en 2007: El golpe 401.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/12/04 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: san_carlos_borromeo madrid diario preantología ley_del_menor ddhh entrevías 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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