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1998/09/09 07:00:00 GMT+2

El problema

Dicen que es típico de los biógrafos ser víctima de una especie de síndrome de Estocolmo y acabar fascinados por el personaje de sus cuitas, así sea un malvado. No digo yo que no les suceda eso a otros, pero mi experiencia es exactamente la opuesta. Me pasé tres años, tres, en la flor de mi juventud -aunque quizá no llegaba a flor: tal vez sólo era capullo- estudiando la vida y obra teórica de Josif Visiaronóvich Djugáshvili, más conocido en el siglo por Stalin, y lo que me ocurrió es que le cogí un paquete de mucho cuidado. Tanto más ahondaba en su peculiar psicología, tanto más me repugnaba. Qué tipejo.

Sin premeditación alguna, por mera imposición profesional, me ha tocado luego seguir de cerca el deambular vital de Felipe González Márquez. A fuerza de analizar sus reacciones, sus manías, sus tics, sus decisiones, sus indecisiones, su trato -ya que no su obra: el hombre es prácticamente ágrafo, quizá para ser consecuente con el aquél de «No hay pruebas ni las habrá»-, creo que al final me he convertido en una especie de felipólogo. No me enorgullece -la verdad, habría preferido dedicar mi tiempo a alguien más interesante- pero, bueno, peor es lo de ese colega que ha entregado su existencia entera, en cuerpo y alma, a saberlo todo sobre Mario Conde.

Bien, pues desde la posición de relativa autoridad que me confiere el conocimiento en detalle del individuo, puedo decir y digo que no estoy para nada de acuerdo con quienes lo ven como una personalidad clave, sea para bien o -más comúnmente en mi entorno- para mal.

«Mientras ese hombre continúe mandando de hecho en el PSOE» -dicen muchos- «los socialistas no podrán regenerar su partido». Para mí que plantean la cuestión exactamente al revés. Habrían de decir: «Mientras los militantes del PSOE, en su gran mayoría, quieran que les mande un tipo como ése, estará claro que no tienen el menor deseo de regenerar su partido». O, por ir más al fondo: «Mientras haya casi nueve millones de españoles dispuestos a votar a ese menda, es lógico que en el PSOE no sientan la menor urgencia de regeneración. ¿Para qué, si les va tan bien?».

El problema no es González.

No trato de relativizar el papel de las personalidades en la Historia (que también) sino, sobre todo, de señalar que González no es ninguna personalidad. No, al menos, en el sentido fuerte del término. Es un listillo con ínfulas, un embaucador con pocos escrúpulos y mucha retranca, un tramposo cogido en falta que siente una inagotable sed de venganza. Nada más.

Felipe González no es singular. Lo singular es que una sociedad convierta a alguien así en personaje clave. Lo he dicho ya otras veces: que existiera un tipo como Idi Amin Dadá, capaz de comerse a sus oponentes, no tiene nada de especial. Hay gente para todo. Lo digno de estudio es que una parte sustancial de la sociedad ugandesa lo quisiera como presidente.

Pues lo de González, lo mismo.

Javier Ortiz. El Mundo (9 de septiembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de mayo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/09/09 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo felipismo 1998 stalin felipe_gonzález psoe mario_conde | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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