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2000/06/06 07:00:00 GMT+2

El preso del ataúd

Faltan 15 minutos para que se oigan las campanadas del mediodía. O, mejor dicho, para que no se oigan: frente al Palacio Foral de Vizcaya, en la Gran Vía bilbaína, el estruendo es infernal. Se diría que se han dado cita todas las excavadoras del universo, dispuestas a horadar todo lo horadable, haciendo sonar todas las sirenas de alarma imaginables.

Hegel decía que en la claridad absoluta no se podría ver nada. Lo que me consta es que en el ruido absoluto es imposible escuchar nada.

Poco a poco se va concentrando alguna gente bajo la lluvia. De entrada, ejecutivos y funcionarios. Casi tantos teléfonos móviles como paraguas.

Pero ya no. Cada vez es mayor la variedad de aspectos y de edades.

Me doy la vuelta y compruebo que ahora la calle está repleta.

¿Cómo ha sabido todo el mundo que son las 12 en punto? De repente, se ha hecho un silencio enorme, doblemente enorme por contraste.

Las máquinas se han detenido. Las sirenas se han callado. Han cesado las conversaciones. Se escuchan hasta las toses. A mi lado suena un móvil. «Perdona, pero ahora no puedo atenderte», dice su propietario en voz queda. Y cuelga.

En las escalinatas del Palacio Foral -en obras, por supuesto-, se han colocado las autoridades, con el diputado general, Josu Bergara, del PNV, en primera fila. En medio del silencio -sepulcral: nunca mejor dicho-, alguien empieza a silbar el Eusko Gudariak. Me pregunto si a Jesús María Pedrosa le habría gustado escucharlo. El silbador anónimo es experto: reproduce perfectamente las notas chirriantes y desgarradas del txistu.

Acabado el acto, un cerrado aplauso casi imposible de manos que sujetan paraguas. Y Josu Bergara que declara que hay que romper «de manera inmediata» todos los acuerdos que el PNV mantiene a escala municipal con EH. Me dicen que hace un momento, frente al Ayuntamiento de Durango, la viuda de Jesús María Pedrosa se ha desmayado, incapaz de soportar la tensión. La alcaldesa peneuvista, Pilar Ardanza, ha decidido suspender la concentración.

Doña Pilar llegó al cargo con los votos de su partido, de EA... y de EH.

A la dirección del PNV parece que la situación se le escapa de las manos. Como Bergara, también el diputado general de Guipúzcoa, Román Sudupe, ha dicho que hay que acabar con los pactos que su partido tiene en una decena de municipios con EH.

Algo semejante ha manifestado el exlehendakari Ardanza.

Durango, 18.00 horas.

Ya no llueve. Algo parecido a un sol de junio se asoma tímidamente entre las nubes.

Hoy no es como ayer.

Hoy la Ertzaintza se ha desplegado. Hay beltzas a mansalva: en la autopista, cada poco; en las entradas a Durango; en todas partes. Incluso en los tejados. Sus figuras negras, metralleta en mano, se recortan contra el cielo.

Un helicóptero vuela a baja altura. Quizá sea ese férreo control lo que ha dado confianza a muchos que ayer se quedaron en sus casas. Hoy se han atrevido a tomar la calle. O a cerrar sus comercios.

Hay una compacta muchedumbre en la plaza que flanquea la iglesia de Santa María de Uribarri.

-Sentí una impotencia... Verlo allí tirado, tantas horas...

Las apariencias engañan. Es una joven que parece recién llegada del gaztetxe la que se lo dice a su compi, que lleva el pelo teñido de rubio.

Tiene los ojos anegados en lágrimas.

En la esquina de la plaza de la Magdalena, junto a una tienda de zapatos en rebajas, en el lugar en que ETA decidió que la vida de Jesús María Pedrosa había llegado ya demasiado lejos, hay ahora una corona de flores, varios ramos que languidecen y media docena de velas encendidas.

Y nadie delante.

Llegan a la iglesia la viuda y las dos hijas del asesinado. Dudo que oigan la ovación que les dedica la multitud.

Desoladas, no parecen de este mundo. Imagino que no entienden nada. Me uno a ellas: yo tampoco.

El aplauso se hace aún más cálido cuando aparece el féretro de Pedrosa, portado a hombros por sus compañeros del Ayuntamiento durangués.

Unos vecinos han creído que este era un día excelente para colocar en su balcón la consabida pancarta: Euskal presoak, Euskal Herrira.

A Jesús Mari Pedrosa lo llevan preso en un ataúd. Y me temo que nadie vaya a amnistiarlo, ni ahora ni nunca. Sale la manifestación. Aznar e Ibarretxe caminan juntos por delante. Me pregunto si sería demasiado pedirles que hicieran juntos un camino algo más largo del previsto para esta tarde súbitamente luminosa. No sé si alguna vez se han dicho con franqueza todo lo que piensan. Hoy podría ser un buen día.

-Yo no soy valiente -comenta otra chavala, viéndoles pasar-. Podría serlo un día, así, en caliente. Pero todos los días...

Cuánta razón tiene. Ese es el gran problema: que esto es para todos los días.

Que se está haciendo eterno.

Javier Ortiz. El Mundo (6 de junio de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de mayo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/06/06 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: ibarretxe el_mundo ardanza durango sudupe bilbao aznarismo 2000 eta euskal_herria antología jesús_maría_pedrosa pnv josu_bergara aznar euskadi | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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