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2002/03/15 06:00:00 GMT+1

El poder burbuja

Tienen miedo. Se han rodeado de un blindaje impresionante; el más aparatoso que se haya visto jamás a este lado del Pirineo: calles cortadas, policías por todas partes, vigilancia por tierra, mar y aire. No quieren que nadie ajeno a su tinglado pueda verlos, así sea de lejos. Tampoco ellos quieren ver ni de lejos a nadie que no tengan en nómina. Como al pobre niño aquel que mantuvieron vivo aislándolo de toda posible infección, encerrándolo dentro de un pequeño espacio totalmente purificado -«el bebé burbuja», lo llamaron-, también ellos han decidido enclaustrarse en un espacio de asepsia total, que no pueda ser contaminado por nada que proceda del aire libre.

Ahí los tienen ustedes, reunidos en Barcelona. Ese es alto mando de la Unión Europea: el poder burbuja.

¿Tan temibles son los riesgos que afrontan? ¿Tan peligrosos son los manifestantes que les esperan a algunos kilómetros de su torre de marfil con la intención de hacerles patente su desacuerdo? El ministro del Interior lleva meses rumiando su obsesión y haciéndosela saber a todo aquel que quiera oírle: dice que teme que este fin de semana se junten en Barcelona unos cuantos cientos de kale borrokalaris procedentes de Euskadi con otros tantos okupas con residencia in situ. ¿Y para enfrentarse a esa moderna reedición de la Armada Invencible era necesario someter a la capital catalana a un auténtico estado de excepción durante varios días, colapsando la vida de varios millones de ciudadanos?

No; no es la hipotética lluita al carrer de unos cuantos cientos de jóvenes lo que les angustia. Lo que temen es la difusión por todo el mundo de las imágenes de un puñado de jefes de Estado y de Gobierno abrumados por el abucheo de una ingente multitud de ciudadanos que no los tragan, porque no tragan lo que están haciendo. Quieren evitar que esa multitud de congregue, y para ello han elegido la vía de la intimidación, del amedrentamiento. Porque saben muy bien que la inmensa mayoría de quienes desean manifestarse contra ellos está compuesta por gente pacífica, que ni quiere pegar a nadie ni quiere, desde luego, que nadie le pegue. Su exhibición de fuerza hostil pretende tener un efecto disuasorio que reduzca al mínimo el éxito de las manifestaciones previstas para este fin de semana.

La verdad es que lo quieren todo. Porque, si lo único que les importara fuera reunirse al margen del mundanal ruido, donde el populacho no pueda molestarlos, les habría bastado con ajustarse a la literalidad de su lenguaje y haber celebrado su cumbre en alguna cumbre de montaña que sólo fuera accesible por helicóptero. O haberse reunido discretamente, sin boato alguno, en cualquier parte. Pero no. Se empeñan en meter su fanfarria en el corazón de las grandes ciudades, todas ellas llenas, por definición, de lo que más le molesta en este mundo: la gente.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (15 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de marzo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/03/15 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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