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1995/07/01 07:00:00 GMT+2

El peor peligro

Personalmente, y en contra de lo que algunos me atribuyen, no tengo nada en contra de que Felipe González se mantenga al frente del Gobierno (o, mejor dicho, detrás de él, puesto que lo utiliza como parapeto).

No me parece nada mal que siga. Al contrario. De hecho, alimento la esperanza de que, cuanto más dure la presente legislatura, más arruinará el hombre éste su magro prestigio. Así será más improbable que, cuando caiga del trono, pueda levantar cabeza y volver a darnos la vara.

Reconozco que resulta un tanto cansado, y a veces hasta irritante, seguir explicando una y otra vez por qué debería largarse. Pero, qué le vamos a hacer: está visto que hay bastante personal que es duro de mollera y necesita mil dedos y mil llagas para creer en la verdad de lo que clama al cielo. Ya vamos por las novecientas veinte llagas: ochenta más o menos, tanto da.

También me hago cargo de que mi reflexión no parece el colmo del patriotismo. Porque es verdad que, en tanto él siga en el machito, la res publica andará tirando a pocha (la res publica monárquica, por supuesto). Me doy perfecta cuenta de ello, y no me gusta nada. Pero llamo la atención sobre las ventajas que tienen los inconvenientes. Subrayo -muy en la línea del otro cuando voló Carrero- que no hay mal que por bien no venga.

Sin embargo, hay algo que sí me preocupa de veras en esto de la continuidad de González. No en «el hecho en sí», que diría un kantiano, sino en los efectos que ese hecho puede causar en la conformación -en la deformación- de la conciencia popular. Porque se corre el grave peligro de que, a fuerza de asistir una y otra vez al mismo fenómeno, la ciudadanía de este tan singular país acabe creyendo que todo esto que está ocurriendo es normal. Que se piense que no hay nada de raro en que tipos sospechosos de haber cometido la tira de desafueros sigan ocupando cargos públicos. Que dé en aceptar como si tal cosa que esos individuos se aferren al sillón alegando que ningún tribunal les ha condenado todavía en firme, como si nos hiciera falta un certificado judicial y no nos bastara con las narices para notar que lo suyo, sea cual sea el emblema de su partido, no huele precisamente a rosas.

Me preocupa sinceramente que llegue a instalarse tal conformismo en el sentir común de la población no porque Felipe González pueda aprovecharse de él -eso ya está hecho y no tiene remedio- sino porque podría ser que los siguientes inquilinos de La Moncloa -si es que alguna vez llega a haber siguientes- sintieran la tentación de seguir sacando también partido de él para hacer de nuestra capa su sayo y quedarse más anchos que largos, sometiéndonos al mismo suplicio.

Porque una cosa es ser realista y tener conciencia de que los que mandan siempre van a abusar de nosotros y otra, muy diferente, es que nos resignemos sin más a que el recochineo actual sea perpetuo.

Javier Ortiz. El Mundo (1 de julio de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de julio de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1995/07/01 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: felipe_gonzález 1995 el_mundo felipismo | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Joderrrr qué dolorosamente actual es esto, verlo desde los años hacia atrás da escalofríos.

Escrito por: Andrés 3.0.2011/07/04 18:35:52.020000 GMT+2

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