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1986/10/01 06:00:00 GMT+1

El otro Cantábrico

Entre Burela y la Estaca de Bares

Pocos tramos conservará la costa peninsular más puros e incontaminados que éste. Y no estamos hablando ahora de la limpieza de las aguas –que también-, sino, sobre todo, de la transparencia personal, de la falta de cálculo monetario en las relaciones que el viajero establece con sus gentes. Es un espacio mínimo del litoral cantábrico, rodeando a Sargadelos: desde el extremo septentrional de la península, en la Estaca de Bares, a la desaliñada Burela.

Cae aquí, sí, la lluvia, mansamente enviudada de las nubes, cual si se conformara con abrillantar los largos prados verdes, las rocas pardas a cuyo pie reposa fieramente cada ola, los tejados de triste pizarra sin escuela. Bajo la tenue luz del mediodía, los puertos descansan, apenas visitados por las gaviotas –grandes, escandalosas– que se detienen con elegancia en los palos, los toletes, las maromas, en pose de fotografía turística.

Mal destino de actrices les espera, en esta tierra de mucho mesonero y poco huésped.

-La gente no viene -dice el viejo del bar, a un paso de Portocelo, frente a la larguísima playa sin un alma– porque dicen que aquí llueve más que en ningún otro lugar de Galicia.

Y el sol se abre desganado paso entre las nubes, y un arco iris perfecto se dibuja sobre el mar.

Cuando se habla de la Galicia marinera, el foráneo evoca casi siempre aquella que el Atlántico baña, desde Bayona a Ortigueira, con cita de Góngora incluida. Tal vez haya quien recuerde vagamente que existe también una norteña, jalonada de algún nombre conocido: Ribadeo, Foz… Pero es cierto que casi nadie repara en esta otra: pequeña fracción costera, cogida entre el extremo occidental de La Mariña lucense y la brevísima parte en que la provincia coruñesa se vuelve cantábrica, de Estaca de Bares a Porto do Barqueiro. Una nada; apenas cinco decenas de kilómetros litorales y varios pueblos de no demasiado renombre: Burela, Viveiro, Celerio, Bares, Barqueiro, San Ciprián, qué se yo, media docena más, algunas aldehuelas, muchas playas, dos rías, varias islas, poca gente… y todo el mar.

Porque aquí es el mar, sin duda, quien ordena. Quien dicta el sentido de amistades y rencillas. Quien convierte tal pueblo en solitario y tal otro en populoso. Quien, tras siglos de extraña emulación con el campo, ha acabado por imponer su ley, transformando la pesca en centro comarcal, con Celeiro y Burela a la cabeza dos puertos que son hoy punteros en la cornisa cantábrica, tanto por el volumen de sus capturas como por la importancia de sus ventas.

El bonito, la merluza… y lo demás

Burela le ha ganado su puerto a la mar abierta, como si quisiera homenajear a las boyas de corcho que tal vez dieron motivo a su nombre, hundido en los tiempos en que sus primeros pescadores partían a la búsqueda de la ballena, bajo los auspicios del deán de Mondoñedo. Ahora, cada temporada son más de setenta los barcos de este puerto que salen a perseguir el bonito, desde la primavera al otoño. Burela disputa en estos tiempos la primacía en el mercado del bonito del norte a las vascas Guetaria y Bermeo, de la misma manera que Celeiro acumula fama por la merluza que su flota palangrera trae desde aguas comunitarias.

Bonito, merluza… y lo demás. Porque la producción pesquera de la zona no se limita a estas dos pesquerías. A ellas hay que añadir las nada desdeñables capturas de pez espada, maruca, congrio, rape, pescadilla, besugo, sardina, jurel, chicharro y palometa. A lo que se suma, claro, el inevitable pulpo, y las nécoras, langostas, percebes, bogavantes, almejas, berberechos, etcétera, sin los cuales esta tierra no podría ser tenida por gallega.

Extraña, fascinante tierra. Cada cual es muy dueño de elegir el destino de sus pasos, pero tengo para mí que pocas personas resistirían el encanto de un paseo mañanero hasta la Estaca de Bares, límite convencional del Cantábrico: bajar por el difícil camino hasta el extremo del cabo, contemplar cómo rompen las olas contra las afiladas rocas, tomar descenso luego en la quietud de la montaña hasta el empinado pueblo de Bares, con su recoleta playa sembrada de barcas y el espigón del puerto, flanqueado por piedras de extraña redondez, y terminar en alguno de los escasos restaurantes, en los que es posible apreciar las virtudes de un marisco recién llegado, una buena lubina o una generosa ración de merluza, todo ello a precio más que asequible, admirando por el ventanal del comedor la larga ría del Sor, con la isla Coellera al frente, tamizada por la bruma. O llegarse a la desaliñada Burela tras una visita detenida a la fábrica de cerámica de Sargadelos y seguir el rastro de los cocineros que bajan al puerto a comprar el bonito desembarcado ahora mismo y probar más tarde el resultado de su labor en alguna casa de comidas de las que reservan su más agradable sorpresa para el momento de la cuenta.

Pocos tramos conservará la costa peninsular más puros e incontaminados que éste. Y no estamos hablando ahora de la limpieza de las aguas –que también-, sino, sobre todo, de la transparencia personal, de la falta de cálculo monetario en las relaciones que el viajero establece con sus gentes, de la desinteresada hospitalidad del trato, de la posibilidad de sentirse uno más entre los propios.

Y es que, como no viven de ti, no aspiran a venderte su sonrisa.

Elegir la paz

Ben es un marino senegalés que ha elegido el Cantábrico como puerto de retiro.

En mi tierra, nadie comprende esta manía de los europeos de tumbarse en las playas y quedarse quietos hasta ponerse morenos. La gente de allí está convencida de que eso demuestra que los blancos sienten vergüenza del color de su piel.

Ya son cada vez más los –y las– que han comprendido que el tiempo de ocio no tiene necesariamente por qué ser agotador. Que cabe incluso tratar de convertirlo en una fuente de relajamiento, de satisfacción, de goce, material y espiritual. Para quienes abordan así su tiempo libre, estos escasos kilómetros de costa cantábrica pueden representar un objetivo más que apetecible.

Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de Sargadelos, librepensador, amigo personal de Goya, caballero de amplios posibles y muchas ideas, trató en su tiempo de dar un impulso renovador al norte lucense, introduciéndolo por la vía de la industrialización, sin por tal pagar tributo excesivo a los desastres que el progreso industrial –ya entonces– acarreaba. El marqués, que el sordo de Aragón dejó inmortalizado en tela de lienzo, montó una fábrica de cañones y, más tarde, una industria de cerámica. Curiosos tiempos aquellos: fue esta segunda la que alcanzó mayor éxito. El de Sargadelos, que tuvo trágico fin en Ribadeo, puede ser tenido como uno de los ancestros del galleguismo, dada su inclinación por el ideario autonómico.

Es como si la Galicia cantábrica que rodea Sargadelos estuviera hoy a un paso de recoger las banderas dejadas por el viejo marqués a la hora de su muerte. El villorrio mismo que le diera título se ha convertido en un foco cultural del galleguismo más dinámico y progresivo, sirviendo de escenario a encuentros, exposiciones y muestras culturales de primera importancia, colocadas bajo la advocación del Nos más ilustre: Castelao. Y, en el entorno, balbucea un despegue económico notable, que ha convertido esta franja costera en la de más alto nivel de vida de Galicia, por más que casi nadie lo sepa (o lo diga ).

Todo está en lo que acabe por quedar. Si el modelo riguroso lo impondrán esos puertos pesqueros que, olvidándose del maná caprichoso del turismo, aseguran el sustento de sus poblaciones sin atentar contra el escenario que la Naturaleza ha regalado, o si terminará por imponerse el ejemplo de los extraños engendros industriales –aluminio, caolín, papeleras– que, realidades o proyectos, fantasmagorean en paralelo por la costa.

De momento, aún es la paz la que manda. Una paz suave, tal vez melancólica, rodeada de nieblas y lloviznas, encantadora.

Javier Ortiz. El otro Cantábrico. Revista Sobremesa. Octubre de 1986. Subido a "Desde Jamaica" el 22 de febrero de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1986/10/01 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: sobremesa 1986 otros_textos sargadelos preantología galicia | Permalink | Comentarios (2) | Referencias (1)

Comentarios

Fantástico!!!Parabéns aos que seguides aí detrás.Saúdos.

Escrito por: xose.2010/02/27 12:42:14.165000 GMT+1

Gracias a ti por los ánimos, Xose.

Escrito por: PWJO.2010/02/28 08:48:54.302000 GMT+1

Referencias

...ncontrado con un precioso articulo dedicado por Javier Ortiz, que sea él desde Jamaica quién os presente esta otra Galicia. El otro Cantábrico. Entre Burela y la Estaca de Bares ...

Referenciado por:  Para unas auténticas vacaciones | The Blojo Times 2011/03/30 17:36:2.910000 GMT+2

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