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2000/12/31 06:00:00 GMT+1

El gran salto

«O España da el gran salto en la próxima década o no lo dará nunca». La profecía es cosa de José María Aznar.

Tengo la frase apuntada en mi cuaderno de trabajo desde anteayer. Y cuanto más la miro, más dudas me hace alimentar sobre el género de sueños megalómanos que pueden rondar por la cabeza del jefe del Gobierno español.

«El gran salto». Esa imagen tiene historia. La empleó Mao Tsetung -o Mao Zedong, que escriben ahora, empleando la transcripción pinyin- en 1957, para bautizar lo que se suponía que iba a ser el esfuerzo histórico de China para incorporarse a la civilización industrial. Mao fue un poco más explícito que Aznar. Llamó a aquella campaña «el Gran Salto Adelante». Porque un «gran salto», así, sin más precisiones, puede ser cualquier cosa. Incluso la decisión de un suicida. De todos modos, el Gran Salto Adelante de China fue un estrepitoso fracaso, como pronto hubo de reconocer el propio Mao. Porque la voluntad puede hacer maravillas, pero sólo cuando se aplica dentro del campo de lo posible. Querer no siempre es poder.

España está, por sobre poco más o menos, en el sitio que le corresponde dentro del conjunto mundial. Un sitio que es, por cierto, y en términos comparativos, bastante confortable.

Este país avanza al ritmo de sus posibilidades, como resultado de un gran número de esfuerzos individuales que son, dado nuestro sistema de organización social, imposibles de concertar, precisamente porque el sistema se basa en la lógica del beneficio privado.

No veo cómo podría salirse del ritmo evolutivo marcado por las condiciones objetivas para dar ningún «gran salto». Las propias previsiones oficiales para los próximos años hablan de un crecimiento sostenido, pero bastante moderado.

Deduzco entonces que Aznar no habla de un gran salto económico, sino de algún otro tipo de «gran salto». El contexto en el que pronuncia la frase, poblado de llamamientos a «ser español sin complejos», no me tranquiliza nada. Y todavía menos la fórmula de profecía apocalíptica que adopta: o ese lo-que-sea del que habla se produce ahora -dice-, o no se producirá nunca. Dan ganas de contestarle a la bilbaina: «¿Nunca? ¿No te quedarás corto?».

Una de las ventajas que me pareció ver en el Aznar de 1996, en relación a su antecesor en el cargo, era su estilo concreto, realista, poco dado a las empresas visionarias. Ahora ya lo tenemos convencido de que debe cumplir una misión histórica.

Qué miedo me da la gente que se propone misiones históricas. Me gusta mucho más la que se concentra en la misión de ayudar a los demás a sobrevivir día a día con la mayor dignidad posible.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (31 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/12/31 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2000 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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