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1991/08/28 07:00:00 GMT+2

El diluvio universal

Desengañémonos; Yeltsin podrá ser todo lo héroe que se quiera, pero por aquí sigue sin gustar. ¿Será por ese rictus de mala uva eslava que tanto le afea la cara? ¿Tal vez por esa impúdica adoración de sí mismo de la que hace gala y que tanto contraviene los modos jesuíticos (o estalinistas, o victorianos, que tanto da) de las castas políticas convencionales? Se le reconoce -qué remedio- su papel decisivo en la resistencia contra el putch de la Nomenklatura, pero con casi obvio disgusto: aquí Yeltsin, ya digo, no cae bien.

Después de estudiar el asunto, he llegado a la conclusión de que el desagrado no es personal, sino político. Se repudia en su persona al abanderado de los nacionalismos que han hecho eclosión en la URSS. Y es que aquí fastidia que los enterradores del neoestalinismo no se limiten a postular el imperio de las libertades individuales, según manda el viejo canon jacobino, y que estén poniendo por delante la reivindicación de las libertades nacionales. Pase una URSS más o menos roja; una URSS rota, nunca.

Es curiosa esa repugnancia, y no resulta fácil de entender. ¿Qué hay de malo en que la inmensa cárcel de pueblos que ha sido por tiempo inmemorial el Imperio zarista-estalinista salte hecha pedazos de una buena vez? Cierto es que eso obligará a nuestros perezosos compatriotas a aprender que no todo el mundo desde Vilna a Vladivostok es ruso, y que deberán incorporar a su bagaje mental el nombre de algunos pueblos y algunas lenguas que, aunque más viejos que la pana, se habían permitido ignorar hasta ahora. Pero no parece que la natural aversión que el cerrilismo local siente por el conocimiento sea causa suficiente para explicar el rechazo a ese gran acto de profilaxis histórica que es el hundimiento de un imperio.

Tiendo a sospechar entonces que hay entre nosotros muchos que, cuando oyen a Yeltsin defender la independencia de Ucrania, de Estonia o de Azerbaiján, no se les pone mala cara porque consideren que esos países deban seguir aplastados y bien aplastados bajo la bota imperial eslava, sino más bien porque temen que, una vez abierta la caja de los truenos, el diluvio pueda acabar siendo universal. Y el gachó encima habla en nombre de Moscú.

Javier Ortiz. El Mundo (28 de agosto de 1991). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de agosto de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1991/08/28 07:00:00 GMT+2
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