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1996/09/07 07:00:00 GMT+2

Ecos multimedia

Supongo que es inevitable -o poco menos- que los medios de Prensa opinen pro domo sua. Que barran con mayor o menor descaro para casa a la hora de editorializar, de jerarquizar las noticias, de presentarlas. No se le puede pedir a nadie -y si se le pide da lo mismo- que tire piedras contra su propio tejado.

Claro está que las casas para las que se barre están construidas con materiales de diversas calidades, que combinan en variadas proporciones la cal -los criterios estrictamente ideológicos y políticos: todos me valen- y la arena -los intereses económicos y comerciales de las empresas editoras: no simpatizo con ninguno, aunque los entienda-.

Los criterios y los intereses de los medios de comunicación marcan los límites -en ocasiones flexibles, otras menos, algunas en absoluto- dentro de los cuales está obligado a desenvolverse quien escribe o habla en -para- cada medio.

Ocurre que quien trabaja para un periódico que es sólo un periódico, o para una radio que es sólo una radio, o para una televisión que es sólo una televisión, tiene ante sí, en principio, un horizonte de crítica bastante amplio. Los condicionantes objetivos que le limitan son pocos. Tal vez fuertes, pero pocos.

El problema surge a raíz de la aparición y la arrolladora expansión a escala mundial de los grandes grupos llamados «multimedia». Estos abarcan diarios, revistas de diverso tipo, emisoras de radio, cadenas de TV, editoras de libros, librerías, sellos discográficos, productoras y distribuidoras de cine... ¿Qué ocurre entonces? Que, a nada que los propietarios de estos consorcios tengan afán instrumental -y suelen tenerlo: de lo contrario nunca hubieran conseguido llegar tan alto-, la crítica que cabe ejercer desde su interior se mediatiza hasta extremos patéticos. Así, cuando un diario del consorcio editorializa sobre los problemas de la televisión, no habla en realidad de televisión, sino de los intereses del consorcio en el ámbito de la televisión. Y cuando lo hace sobre fútbol, lo de menos es el fútbol, y lo de más el contrato que tiene firmado con tales o cuales equipos de fútbol. Y si en una de sus emisoras de radio hay un espacio de crítica de libros, no hay verdadera crítica de libros, sino promoción de los escritores que publican con sus editoriales y marginación de los que trabajan para la competencia. Y si se habla de cine, serán las películas que el consorcio ha financiado las que se lleven la palma. Y si opina sobre los horarios comerciales, opinará que los mejores y más justos son los que convienen a sus tiendas. Et cætera. Al final, cada uno de sus medios pierde cualquier atisbo de independencia. Actúan en conjunto como una única sociedad de socorros mutuos. No queda apenas espacio en ellos para la información y la opinión libres: los autoanuncios camuflados lo invaden todo.

No es un problema de maldad intrínseca. Es la lógica implacable del tinglado. El signo de los tiempos.

Cada vez hay menos voces. Sólo se multiplican los ecos.

Javier Ortiz. El Mundo (7 de septiembre de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 9 de septiembre de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1996/09/07 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: periodismo el_mundo 1996 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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