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1996/04/14 08:00:00 GMT+2

Dos del Misisipí y un Pepelu

Secretología. Ha sorprendido a numerosos medios, y también a algunos extremos, la reunión secreta que, según se ha publicado, celebraron el pasado miércoles en el Palacio de la Moncloa Felipe González, José María Aznar y Adolfo Suárez. También están muy rabiosos algunos periodistas porque no ha trascendido el contenido de lo hablado entre los tres personajes.

Nosotros no tenemos esos problemas. Porque nosotros, una vez más, lo sabemos todo. Sabemos, para empezar, que la reunión no se celebró: ninguno de los tres políticos tenía ganas de celebrar nada. Y sabemos también por qué no ha trascendido lo tratado: fue totalmente intrascendente.

Asistimos al almuerzo recurriendo a una artimaña que ya nos ha dado resultado en anteriores ocasiones: disfrazándonos de bonsáis. Esta vez elegimos presentarnos como un bosquecillo de pinos enanos. Ir de enanos no nos costó nada; a cambio, hacer el pino acabó resultándonos incómodo. Pero no quisimos ponernos cabeza arriba porque temimos que a los comensales les extrañara ver pinos invertidos, por más que los pinos, como plantas monoicas que son, tengan a la vez flores masculinas y femeninas.

El encuentro se inició con los saludos de rigor: González le dijo a Aznar que sigue sin verle talla de estadista, Aznar le gritó «¡Váyase, seor González!» y Suárez les dijo a los dos que él, desde luego, no piensa volver a la política activa.

Roto ya el hielo, González entró en harina:

-Quisiera que mis relaciones con usted, señor Aznar, fueran más fluidas.

-Mirusté: yo, en cambio -le respondió el del PP-, desearía que fueran más sólidas.

-Bueno, ya tenemos un primer acuerdo -terció Suárez, en plan constructivo-: ninguno de los dos quiere que sus relaciones sean gaseosas.

Aznar, que como es inspector de Hacienda sabe de rentas líquidas, tuvo que explicarle que un gas es también un fluido.

-¡Andá, claro! ¡Y la gaseosa un líquido, ahora que lo pienso!

-Tal vez sea mejor que dejemos de lado el estado de nuestras relaciones mutuas... -insinuó el presidente en defunciones.

-Mirusté, de eso nada -respondió Aznar, tajante-. Yo soy un hombre de Estado. Ni puedo ni quiero dejar al Estado de lado. Tiene que verse de frente. En la actualidad, me preocupa sobre todo su parte civil. Yo quiero un Estado civil.

-¿Estado civil?

-Casado. Creí que lo sabía.

-Yo también, y muy a gusto. No como otros, dicho sea sin señalar a nadie... -añadió Suárez.

-Esto me recuerda lo que escribió el poeta: «Vámomos al campo por Romero. Vámonos, vámonos, por Romero y por amor» -citó Aznar.

La irritación de González creció como si le dieran vitaminas.

-Señores, perdonen, pero...

-No vale la pena que pida perdón -saltó Aznar al punto-. Ya he anunciado que no pienso promover comisiones de investigación parlamentarias sobre sus escándalos. Si es usted un sinvergüenza, eso al Parlamento no le interesa: total, otro más... Pero con sus responsabilidades penales no puedo hacer nada. Ahí los jueces tienen la palabra.

-¿Y si echáramos una partidita de cartas? -insinuó Suárez, para relajar el ambiente.

-Pero, Adolfo -volvió a la carga Aznar-: ¿No recuerdas que éstos te llamaron «tahúr del Misisipí»?

-Pepelu, hijo...

-Josemari, Adolfo: yo soy Josemari. Y con el seor González y los de su jaez no juego. Son unos tramposos. Las cartas que no tienen marcadas las trituran, como la de Roldán.

-Bueno, peor es Correos, que las pierde. Venga, Josemari: cuéntanos cómo llevas las consultas para formar Gobierno, ahora que no nos oye nadie.

-No puedo. Son secretas. Yo ahora todo lo que hago es secreto. El secreto de mis acuerdos con Pujol es tan secreto que ni siquiera lo sabe Pujol, que cree que todavía no hemos llegado a nada concreto. Fíjate si lo guardaré en secreto que ni siquiera me lo he contado a mí mismo: también estoy convencido de que aún no hemos pactado nada.

-Pujol ha dicho que quiere para Cataluña un estatuto como el del Quebec -volvió a meter baza Felipe González-.

-Tendrán que hablar en francés. Me encanta el francés. No soy un mojigato. Pero es una pena, ahora que me estaba familiarizando con el catalán y ya me sabía la estrofa de Els Segadors que dice eso tan bonito de «amb la sang dels castellans ens farem tinta vermella».

-¿Quebec, eh? -musitó Suárez, meditabundo-. Ay que bec, qué cosas.

Y, hartos de sí mismos, disolvieron la reunión en ácido sulfúrico.

Y eso fue todo.

Javier Ortiz. Zooilógico, El Mundo (14 de abril de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de octubre de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1996/04/14 08:00:00 GMT+2
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