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1997/08/20 07:00:00 GMT+2

Divorciarse a tiempo

En una época en la que creía que sabía algo sobre las relaciones de pareja, hace muchos años, escribí -y lo que es peor: publiqué- un libro sobre (contra) el matrimonio. Cuando lo hojeo ahora, me asombra la gran cantidad de consejos que por entonces me atrevía a impartir, con aplomo verdaderamente envidiable, entre mis sufridos semejantes.

Hoy en día ya no estoy seguro de casi nada, y aún menos en tan resbaladiza materia. Pero hay una recomendación que hacía en aquel opúsculo que no sólo me sigue pareciendo válida, sino que, si hubiera de volver sobre ella en el presente, la formularía de modo todavía más tajante: «Cuando una relación sentimental llega al umbral de la ruptura, lo mejor es cruzarlo cuanto antes. Sin miramientos. Incluso sin explicaciones. Cortar por lo sano». En efecto: nada degrada más, nada envenena más, nada desune más a los integrantes de una pareja en crisis que los debates inacabables sobre quién falló, cuándo y hasta qué punto. Al final rompen igualmente, pero con saña, con hastío, incluso con odio. O sea: lo mismo, pero en peor.

El paso del tiempo no sólo me ha llevado a ratificarme en esta idea, sino también a comprobar que es de aplicación también en otro tipo de relaciones, además de las amorosas. En las políticas, sin ir más lejos.

Obsérvese el caso, realmente ejemplar, de Izquierda Unida. Hay en ella dos grandes bandos: el integrado por los López Garrido, Ribó, Guerreiro, etc., y el de la mayoría, que apoya a Anguita, y en el que no está sólo el PCE -gente del PCE hay en ambas posiciones-, sino también otros partidos de la coalición y bastantes independientes. Que unos y otros están abocados a romper es, por lo menos para los que vemos el conflicto desde fuera, evidente a más no poder. No ahora: ya hace años. ¿Por qué diablos no lo dejan de una maldita vez?

Tal vez la explicación haya que buscarla retomando el símil de las relaciones sentimentales. Hay veces en que uno de los miembros de la pareja se resiste ferozmente a la ruptura porque, aunque lleve fatal la convivencia, no concibe su vida en solitario. Otras veces la razón es bastante más arrastrada: se niega a aceptar la separación por temor a perder el estatuto material y/o social del que goza gracias exclusivamente a su pareja.

Me da que es un sentimiento de este género el que empuja a los López Garrido y compañía a aferrarse a Anguita. Saben que, en tanto le estén montando el número a diario, serán alguien y aparecerán en los papeles. Desligados de IU, no interesarán lo más mínimo.

Lo que se entiende peor es que Julio Anguita lleve tanto tiempo aguantando ese bodrio de relación. ¿Le preocupa que el vecindario se escandalice y exclame: «Qué pena, con lo buena pareja que hacían»? Pierda cuidado: en su caso, como en el de tantas parejas mal avenidas que no se separan ni a la de tres, lo que escandaliza al vecindario son sus inacabables broncas.

Javier Ortiz. El Mundo (20 de agosto de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de agosto de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/08/20 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: divorcio anguita el_mundo 1997 iu lópez_garrido pce | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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