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2002/11/17 06:00:00 GMT+1

Deporte y nacionalismo

El presentador del magazine deportivo de La 2, que lleva ahí desde antes de que se inventara la televisión, culpó ayer a Carles Moyà de haber impedido que hubiera tres españoles en las semifinales de los Mundiales de tenis que se celebran en Shangai. Según él, Moyà ganó a Albert Costa un partido «en el que no se jugaba nada», lo que le dejó fuera de las semifinales.

Estaba yo fregando los platos y casi se me cae el que sujetaba en ese momento. Del susto. ¿Era verdad lo que estaba oyendo? ¿Realmente estaba insinuando el menda que Moyà hubiera debido dejarse ganar? Sí. Era exactamente eso, sólo que no le bastó con insinuarlo y acabó diciéndolo con todas las letras, acusando a Moyà de haberse rendido a la ambición del dinero. Le acusó, en suma, de haber respetado las reglas del juego negándose a falsear la competición. De haber colocado el espíritu deportivo por delante del nacionalismo.

De todos modos, admito que lo que me sorprendió más no fue que el pollo de La 2 pensara así, sino que lo dijera. Porque una cosa es alentar sentimientos delictivos y otra muy diferente, presentarse en televisión para airearlos a los cuatro vientos. Lo mejor que cabe hacer con los impulsos inconfesables es respetar su definición y no confesarlos.

Me acordé de inmediato de otra interferencia del nacionalismo en el deporte que alguna vez he comentado por aquí. De la interferencia de otro nacionalismo, quiero decir. Me refiero a la ley no escrita que hace que los equipos de fútbol vascos se ayuden entre sí a final de temporada cuando alguno de ellos corre el riesgo de bajar a Segunda. El año pasado me encontraba en San Sebastián el día en el que la Real Sociedad, ya fuera de peligro, se enfrentaba a Osasuna. Había incluso pintadas en el exterior del campo recordando a los jugadores de la Real la «obligación» que tenían de perder. Recuerdo que lo comenté con algún foráneo: «Si se atrevieran a ganar, se llevarían la bronca de su vida». Pero estaba descartado: un año antes se había producido una agria polémica entre De Pedro y el entrenador del Alavés, que había dicho que él no tenía la más mínima intención de respetar esa «ley no escrita». De Pedro le respondió que decía eso... porque no era vasco. Cada equipo vasco disputa en su propio beneficio, pero acude en auxilio de los demás si se encuentran en dificultades mayores. Nada que ver con esos odios a muerte entre béticos y sevillistas, madridistas y atléticos, periquitos y culés, etcétera.

¿Nacionalismo? Por supuesto. Igualito que el del presentador de Estadio 2, desde el punto de vista del mecanismo ideológico desencadenante. La única diferencia es que el uno reivindica un nacionalismo dominante, instalado, y el otro un nacionalismo mucho más débil, de andar por casa.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (17 de noviembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/11/17 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: jor tenis real_sociedad diario 2002 deporte fútbol | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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