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1996/09/14 07:00:00 GMT+2

Defensa de Serra

El presidente Aznar -el presidente Aznar: a ver si a fuerza de escribirlo me hago de una vez a la idea-, el presidente Aznar, digo, ha decidido perdonarnos: no nos va a llamar «gusanos goebbelsianos», ni va a pretender que lo nuestro es un «vendaval antidemocrático». «Todo el mundo -dijo el otro día en el Congreso, con aire condescendiente e hipérbaton demoledor- es libre de ejercer su crítica de la manera más razonable que considere». Y justificó la designación de Serra: «He nombrado a las personas que me parecían más competentes».

Algunos han tomado esto como una loable muestra de fair play, tolerancia y modestia. No es ése, desde luego, mi punto de vista.

En primer lugar, no hace al caso desentenderse de las informaciones de El Mundo sobre Eduardo Serra arguyendo que cada cual es libre de opinar lo que le place. Este periódico no ha aireado opiniones, sino datos. Y los datos no son ni justos ni injustos: o son verdaderos o son falsos. Aquí se ha escrito que el actual ministro de Defensa fue alto directivo de una empresa que sobornó a funcionarios públicos. Y eso no es una crítica, sino un hecho, que él mismo admite. Como admite que supo de la existencia de esos pagos delictivos y no los denunció. Eso sin contar con otras lindezas del pasado y algunas mentiras del presente que también forman parte del antipático y nada contingente mundo de los hechos.

En segundo lugar, no tiene sentido que Aznar trate de vendernos ahora la burra de que nombró a Serra porque le parecía excepcionalmente competente. Sobre todo después de haber reconocido él mismo que, apenas unos días antes de asignarle tan alta responsabilidad, no sabía casi nada del personaje. ¿Cómo fue la cosa? ¿Le impartió alguien un cursillo acelerado de serrología?

Cada vez que el presidente Aznar se refiere a las cosas del ministro Serra, adopta un aire de impostada naturalidad que pega el cante a mil kilómetros. El embarazo le asoma por los cuatro costados. Su desazón no nace de la mentira: todo político profesional que se precie está acostumbrado a mentir, y Aznar es un político profesional que se precia. No le pone nervioso ocultar la verdad, sino la conciencia de que su intento de ocultarla está condenado de antemano al fracaso: que nadie le cree. Se da cuenta de que lo mismo daría que dijera que vio una foto de Eduardo Serra en el anuario de unas maniobras de la OTAN y que al punto se quedó prendado de su donosura.

Él pone lo mejor de sí cuando defiende a Serra. Pero lo mejor de sí no da para mucho. Y además Serra no se deja.

Me voy a permitir dar un consejo al presidente del Gobierno. Le recomiendo vivamente que no trate de justificar con más razones el nombramiento de Serra. Le irá mucho mejor si, a partir de ahora, cuando le pregunten por qué metió o por qué mantiene a Serra en el Consejo de Ministros, echa mano del viejo recurso chulesco y apela a la real gana.

Le apuesto lo que quiera a que le queda más convincente.

Javier Ortiz. El Mundo (14 de septiembre de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de septiembre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1996/09/14 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: serra el_mundo 1996 eduardo aznarismo aznar | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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