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1997/04/30 07:00:00 GMT+2

Defender al oponente

Alguno se ha sorprendido de que la pasada semana este servidor de ustedes, que trabaja aquí, defendiera en público el derecho de El País a publicar lo que le viniera en gana sobre las leyes de asilo de la UE, y criticara al jefe del Gobierno por acusar al diario de Polanco de dañar los «intereses de España». Sostuve entonces que «España» -o sea, la ciudadanía toda- apenas tiene intereses comunes. A nadie le vendría bien -digo yo- que nos cayera encima una bomba atómica. Pero poco más. La política de Aznar en relación a la regulación del derecho de asilo en la UE es tan sólo eso: la política de Aznar. No un tabú sagrado.

«¿Qué hace alguien de El Mundo defendiendo a El País?», se preguntan. No entienden nada. Yo no defiendo a El País. Defiendo el derecho de cualquiera, sea quien sea, a expresar libremente lo que piensa, sin que nadie lo descalifique por ello o lo trate como enemigo público. Y si es El País, como si es Julio Anguita, o como si soy yo.

El sectarismo que invade nuestra vida política no se detiene ni ante las normas más elementales de la razón. Si este diario, haciendo uso de su libérrimo derecho a opinar, afirma que el juez debe autorizar a Polanco a viajar a los EEUU -ya lo dije: porque lo valiente no quita lo cortés-, y si el juez opta al final por conceder esa autorización, los sectarios deducen que el magistrado «ha obedecido a El Mundo». Qué disparate.

Hace quince días vi reproducidas en El País unas cuantas opiniones editoriales de El Mundo acerca de la llamada crisis de los fiscales. El autor del florilegio afirmaba que esas opiniones constituían «una intolerable presión» sobre el fiscal general del Estado. ¿Y por qué las opiniones de El Mundo son «una intolerable presión» y, en cambio, las de El País no? Misterio.

El que opina alienta la esperanza de que sus reflexiones, en la medida en que sean razonables, logren no sólo la aprobación de los lectores, sino también, en alguna medida, la consideración de quienes tienen el poder de decidir. ¿Qué hay de malo en eso? Si lo hay, yo no se lo veo.

Me da que alguna gente estaba tan habituada a que sus criterios fueran a misa y a que los juicios de sus rivales quedaran una y otra vez a beneficio de inventario, que llegó a entender que ése era el orden natural de las cosas. Ahora se encuentra con que sus deseos ya no son órdenes para quienes mandan, y que a otros -entre los que no me encuentro, pero ése es otro asunto- hasta se les escucha, y lo toman como «abuso de poder».

Deberían tener menos humos. Todos deberíamos tener menos humos y tratar con algo más de consideración las opiniones ajenas. También las más ajenas. Incluso cuando exista la fundada sospecha de que son opiniones cuya función esencial es defender intereses de limpieza más que dudosa.

Hay que defender al oponente. Así sea porque convivir sólo con la opinión afín es intelectualmente muy poco estimulante.

Y terriblemente aburrido.

Javier Ortiz. El Mundo (30 de abril de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de mayo de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/04/30 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo 1997 polanco libertad_de_expresión el_país preantología ddhh | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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