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2002/12/09 06:00:00 GMT+1

De lo verosímil fílmico... y musical

Galvano della Volpe, estudioso marxista que gozó de notable predicamento en la Europa de los sesenta, escribió por entonces un ensayo titulado Lo verosímil fílmico que me llamó bastante la atención cuando lo leí (*). Hablaba en él de cómo el gran público acepta en el cine situaciones que no admitiría en la vida real, sea por razones de lógica, sea por reparos ideológicos.

El cine posee una fascinante capacidad para manipular conciencias y sentimientos. Puede hacer que gente que en la vida normal se muestra recalcitrantemente incapaz de admitir la homosexualidad, por ejemplo, se emocione y solidarice con las penas de amor de un homosexual. En 10, Blake Edwards se permitió la humorada de conseguir que el público empiece choteándose de un maricón y acabe echando lagrimitas de complicidad para con su causa. En Los lunes al sol, Fernando León de Aranoa despierta en espectadores perfectamente convencionales -jueces incluidos- una corriente de irresistible ternura hacia personajes que incurren en actitudes tipificadas en el Código Penal.

Fuera del cine, los mandarían a la cárcel; dentro del cine, los aplauden.

Ésta es una reflexión que probablemente resulte a muchos un tanto tópica -para mí lo es-, y no hubiera recurrido a ella de no ser porque me he dado cuenta de que es ampliable a muchos otros campos y actividades que manejan sentimientos.

El de la canción, por ejemplo.

Estaba escuchando hace un rato una versión bilingüe del archifamoso Spanish Eyes. El cantante suelta: «Tú, sólo tú, / has enseñado a mi alma tu querer...». Y la gente canta eso, y se queda tan ancha, y hasta dice: «¡Qué bonito!». Pero, ¡habrase visto mamonada semejante! ¿Quién diablos podía enseñar su querer sino ella?

Se pasa por encima de las incongruencias de las letras, por absurdas y estrafalarias que sean, y hasta se toman -eso es lo peor- como cosas profundas. La de veces que habré escuchado el No me importa nada de Luz Casal. Hasta hace unos días, que me puse a analizar la letra según la escuchaba en la radio, no me di cuenta de que es de una gilipollez supina.

La reproduzco:

«Tú juegas a quererme
»Yo juego a que te creas que te quiero / buscando una coartada / me das una pasión que yo no espero
»Y no me importa nada
»Tú juegas a engañarme / yo juego a que te creas que te creo / escucho tus bobadas / acerca del amor y del deseo
»Y no me importa nada, nada / que rías o que sueñes / que digas o que hagas
»Y no me importa nada / por mucho que me empeñe
»Estoy jugando y no me importa nada
»Tú juegas a tenerme / yo juego a que te creas que me tienes / serena y confiada / invento las palabras que te hieren
»Y no me importa nada
»Tú juegas a olvidarme / yo juego a que te creas que me importa
»Conozco la jugada / sé manejarme en las distancias cortas
»Y no me importa nada, nada / que rías o que sueñes / que digas o que hagas
»Y no me importa nada / por mucho que me empeñe / que digas o que hagas / y no me importa nada
»Y no me importa nada / que rías o que sueñes / que digas o que hagas / y no me importa nada / que tomes o que dejes / que vengas o que vayas
»Y no me importa nada / que subas o que bajes / que entres o que salgas / y no me importa nada.»

¿De qué va la cosa? ¿Es la descripción de un caso psiquiátrico? Si no le importa nada, ¿por qué hace tantas cosas, y tan raras? ¿Le gusta chinchar al tipo y, ya de paso, chincharse ella también? ¿No haría mejor en aplicar todo ese esfuerzo a alguien que le importe algo?

Misterio. Pero más misterio es que, cuando la chica en cuestión se pone a cantar este galimatías en una de sus actuaciones en directo, el público saca los encendedores del bolsillo, prende cientos de llamas y adopta un aire de complicidad mística, cual si se tratara de un himno o cosa semejante.

«Serena y confiada, invento las palabras que te hieren». ¡Tócate las narices!

Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los y las presentes, si se toparan en la vida real con una tipa que se comportara así, dirían que es una madlita hija de puta. Pero, a la hora de la música, encienden el mechero y ponen cara de arrobo.

Lo verosímil musical, habría que llamar a eso.

 

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(*) Lógico: difícilmente podría haberme llamado la atención antes de haberlo leído. Me he dado cuenta de que había metido ese latiguillo perfectamente chorra, pero he optado por dejarlo para que mis propios pecados os sirvan de escarmiento. ¡Ojo a las obviedades y perifollos inútiles, como esa manía, tan extendida, de decir, cuando se está relatando una historia: «Y, en un momento dado...». En un momento dado ocurre absolutamente todo: nada sucede fuera del tiempo. O el otro vicio à la mode: «Pero, sin embargo...».

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (9 de diciembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de enero de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/12/09 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 diario cine música cultura | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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