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1994/11/16 07:00:00 GMT+1

De «Felipe» a González

Estoy seguro de que la mayoría de quienes lean hoy o escuchen en las radios el fragmento de la entrevista que Jesús Quintero le hizo a Felipe González el 29 de octubre de 1982 se echarán las manos a la cabeza. ¡Quién le ha visto y quién le ve!

Ese fue el sentimiento que animó al lector que nos llamó la atención sobre el asunto y nos remitió la grabación de sus palabras.

Me lo relataba ayer él mismo:

-Recordaba que González le dijo al «Loco de la Colina» algo sobre búnkeres, y sabía que yo había grabado la entrevista, así que la busqué entre mis viejas cassettes. Tardé varias horas en encontrarla, pero al fin di con ella.

-¿Y por qué grabaste aquellas declaraciones? -le pregunto.

-Bueno, es que hace doce años yo tenía algunas ideas políticas...

Y se interrumpe.

-...Pero ya no las mantengo.

Otro más. Otro que ha pasado de la viva admiración por el de entonces al frío denuesto contra el de ahora. Del «¡Viva Felipe!» al «¡Abajo González!».

¿Cuántos como él? ¿Cuántos que le dieron su voto porque les caía bien que lo mismo encabezara una protesta anti-OTAN que se riera de los refugios anti-atómicos y dijera -¿o profetizara?- que sólo sirven para que algunos hagan «buenos negocios»? No lo soportan: cada vez que oyen su voz, se acuerdan de la estafa que les hizo y montan en cólera.

Comprendo muy bien su ira. No la comparto. Pero sólo porque tuve suerte. Me cuento entre los muy pocos que tuvieron el singular privilegio de ver de cerca en acción a la plana mayor felipista mucho antes del 82. Aleccionados, para esas alturas ya sabíamos que su palabra no valía dos reales; que lo único que realmente les importaba era llegar a la cumbre del Poder político. ¿Que para conseguirlo les convenía ir de «progres» en esto o en aquello? Pues iban. ¿Que dos días después dejaba de venirles bien? Pues adiós. El Felipe de pana y puño en alto sólo se diferencia del González del búnker en las arrugas de la cara, las canas del pelo y los bonsais del jardín. Sus trampas son diferentes, pero el tramposo es exactamente el mismo.

Hace doce años, muchísimos le dieron su voto convencidos de que «el cambio» iba a permitir que España huyera para siempre de sus sempiternos fantasmas. El paso del tiempo les ha hecho comprender que la fantasmagoría es el terreno en el que González se desenvuelve más a gusto: oculto bajo la sábana y arrastrando cadenas, él también es un fantasma.

Quienes votaron a González el 28 de octubre de 1982 no deberían proclamarse «desengañados». Deberían declararse engañados, a secas. Sus ideas siguen vigentes. Votaron -entre otras cosas- para afirmar que los búnkeres no sirven de nada, salvo para que algunos hagan «buenos negocios».

Tenían toda la razón.

Javier Ortiz. El Mundo (16 de noviembre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de febrero de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1994/11/16 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: periodismo 1982 1994 felipe_gonzález jesús_quintero loco_de_la_colina el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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