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1998/11/21 07:00:00 GMT+1

De Borrell como merienda

En teoría, Borrell y el aparato del PSOE jamás podrían llegar a un acuerdo: el primero tiene como objetivo esencial tomar las riendas del partido e imponer su liderazgo; los mandamases del segundo, continuar controlando el tinglado con mano firme y esperar a que este furúnculo que les ha salido en salva sea la parte reviente en las próximas elecciones y les deje volver a sentar cómodamente sus posaderas en el trono de Ferraz.

Sin embargo, es harto posible que al final firmen un armisticio. Y eso porque, si bien no pueden coincidir de ningún modo en lo que quieren, a cambio están del todo conformes en lo que no quieren: ir a un Congreso Extraordinario. A los del aparato les espanta la idea porque, como dice Múgica, sería «una ruleta rusa». Y a Borrell le espeluzna, porque sabe que un Congreso no se hace, sino que se organiza, y él no tiene ni siquiera una mínima red de apoyos en las estructuras territoriales del partido. Piensa que, planteada la batalla en ese terreno, el aparato se lo merendaría.

Comete un grave error de cálculo. No se da cuenta, en primer lugar, de que, sea de un modo sea de otro, lo más probable es que se lo merienden igual. Si no provoca ahora el Congreso Extraordinario, tirará esa baza a la basura: dentro de unos meses, a un paso de las urnas, ya no podrá echar mano de ella, por mucho que quiera.

Tampoco comprende Borrell que hay meriendas y meriendas. Si renuncia a la pelea abierta, a los avezados burócratas felipistas del aparato no les causará mayor engorro írselo zampando poco a poco, minando sus posiciones en la dura brega diaria: incluso podrán atribuir su lánguido ocaso a razones de pura incompetencia. Por el contrario, si les obligara a guisarlo deprisa y corriendo para engullírselo en un Congreso Extraordinario, lo más probable es que se les atragantara: no queda nada estético que unos teóricos delegados de la base derroten a quien fue elegido directamente por la propia base. Hasta habría quien hablara de manipulación. Sería muy desagradable.

El problema de Borrell es que está tan acostumbrado como sus rivales a abordar los problemas importantes en capillita, sin que les dé el aire fresco. Es, a la vez, demasiado ambicioso y demasiado pusilánime: demasiado ambicioso como para renunciar al pájaro en mano que le ofrecen y demasiado pusilánime como para atreverse a ir a una guerra abierta. La base del PSOE confió mayoritariamente en él, pero él no se fía de ella.

Así no irá a ninguna parte. Bueno, sí: al Comité Federal.

Javier Ortiz. El Mundo (21 de noviembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de mayo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/11/21 07:00:00 GMT+1
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