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2003/12/27 06:00:00 GMT+1

Cristina Piris

Hace casi exactamente un año, la revista poética Almacén publicó una entrevista con Cristina Piris. La entrevista se tituló «Encuentro en la Revuelta» y la firmaba Alfredo Bruñó. Su texto era el que sigue:

«Ca Revolta, en la calle de Santa Teresa, barrio de Velluters, Casco Antiguo, Valencia, es un sitio diferente dentro del panorama cultural (cada vez menos denso) de la ciudad. Es un palacio reformado, en uno de los barrios más duros. El Ayuntamiento ha prometido mejoras a los vecinos, pero muchos tenemos la sensación de que los dineros europeos que iban a servir para reformar el casco histórico han ido a parar a los bolsillos equivocados.

Aunque palacio, Ca Revolta (La Casa, para los amigos) se ha quedado pequeña en poco tiempo. Quizá el exceso de usuarios sea testigo de la necesidad de su existencia. Al fondo está la sala de actuaciones; arriba, las oficinas de varias organizaciones y una gran sala de conferencias y exposiciones. A la entrada hay un bar, paredes rojas con (estos días) una exposición de fotografías de personas desnudas que no enseñan nada, todo muy artístico. La barra es incómoda: demasiado baja para mi gusto y sin sitio para poner las piernas en caso de que uno quiera sentarse. Ramiro Cabana dice que así pasa con las barras que diseñan las mujeres. El mueble requiere un análisis de género.

Ante la incómoda barra de diseño, con una cerveza en la mano, la conversación, hoy es con Cristina Piris, alma de Ca Revolta, mujer invencible, usuaria de una energía cuyos límites nadie conoce. El tema que nos preocupa es el posible, que no probable, cierre de La Casa. Algunos vecinos, en desacuerdo ideológico, lo han demandado. El Ayuntamiento no hace más que estorbar: la voluntad política es que la iniciativa no funcione, pero tampoco da para cerrar: sería un error político que atraería mala prensa.

Bruñó: ¿El Ayuntamiento es vuestro amigo?

Piris: La amistad es una cosa estupenda, pero es contradictoria. El Ayuntamiento es un pesado. Es un amigo de esos.

Bruñó: Ca Revolta saldrá adelante, entonces.

Piris: Por supuesto. Es una realidad en la que muchísima gente ajena al proyecto inicial ha entrado para hacer cosas que no nos hubiéramos imaginado. Valencia es una ciudad agria y dura para la cultura y para la gente joven. No hay ofertas. El centro histórico es duro, marginal, y Ca Revolta cubre un hueco para gente que no encuentra la salida comercial. Incluso la gente camina más tranquila por este barrio desde que estamos nosotros aquí.

Bruñó: No te he preguntado cómo estás.

Piris: Bien. Las dificultades me dan vida, me alimentan.

Bruñó: ¿Y tus artículos en prensa en defensa de La Casa, cómo van?

Piris: Los finales me cuestan. Me salen abruptos. No me molan los finales de clausura.

Bruñó: ¿Qué falta en Valencia?

Piris: Desde que vivo aquí, Valencia ha mejorado. Es agradable para vivir, ni grande ni pequeña. La gente tiene una manera de ver la vida que me gusta: ese punto festivo, irónico. Y el clima. Es plana, permite ir en bici, caminar. Pero las instituciones y los dirigentes hacen muchas animaladas. Se pierde patrimonio. Los intereses son inmobiliarios. Se pierde la Huerta, esa proximidad a los campos. Demasiado asfalto y pocas perspectivas para la gente joven de la Huerta.

Bruñó: ¿Y culturalmente?

Piris: La cultura pertenece a las subvenciones y al poder. El poder entiende que todo se puede comprar. Y eso mata las iniciativas.

Nos acabamos las cervezas. Cristina tiene que asistir al Foro de Debates. Es incansable. No hay nada ni nadie que la desvíe de lo que quiere hacer. Dando un paseo, la acompaño hasta la Universidad. Por el camino me cuenta que la última vez que estuvo en Nueva York, quería ir a cenar al restaurante que había en lo alto de una de las torres ahora perdidas, pero no la dejaban entrar porque llevaba zapatillas deportivas. Así que bajó a una de las tiendas que había en el edificio y se compró unos zapatos. No se iba a quedar sin cenar en la Cima del Mundo, ¿verdad?»

El autor de la entrevista alude con delicadeza en un par de ocasiones al estado de salud de Cristina Piris. El alma de Ca Revolta, su fundadora, su principal dinamizadora -y también, en no poca medida, la financiadora de la iniciativa-, hacía años que luchaba a brazo partido con la muerte. Se negaba a la resignación. Se operaba, se radiaba y, en cuanto recuperaba un mínimo de fuerzas, volvía a sus clases, con los críos, y a Ca Revolta, su sueño hecho realidad.

Cristina era una muy buena amiga. Mía y de Charo. De cada uno de los dos por separado y desde mucho antes de que Charo y yo nos conociéramos. Era amiga nuestra y de cientos de personas más. De miles, probablemente.

Yo la conocí en los setenta, ya en Valencia, comprometida hasta los tuétanos con toda suerte de fregados políticos y sociales. Era inagotable. Charo la conoció también muy joven, porque Cristina era de Cantabria y solía volver por allí con frecuencia para ver a su familia y a sus muchos amigos.

De todo lo anterior habréis ya deducido que Cristina ha muerto. Ya hace semanas que todos sabíamos que estaba perdiendo en su desigual lucha contra la enfermedad. Todavía hace un mes, la noche misma en que sufrí el accidente del brazo en Barcelona, poco después de salir del hospital, recibí una llamada suya. Hablamos poco, porque yo no estaba en condiciones, pero su tono era tan alegre y festivo como siempre. Me sugirió que empleara para escribir un sistema de reconocimiento de voz: ella estaba iniciándose en su uso. Ya no podía servirse de las manos. Quedé en que la telefonearía cuando retomara la actividad normal. Luego habló con Charo. No llegó a decirnos para qué me llamaba: para algo de Ca Revolta, supongo.

Pero el mal que la corroía por dentro ganaba terreno a marchas forzadas. Y lo que es peor: empezaba a dolerle de manera intolerable. Hace días, en Santander, una amiga nos informó de que estaba en las últimas. Planeamos con otra pareja, también muy amigos suyos, acercanos a primeros de año a Valencia para hacerle una visita. No ha podido ser.

El mensaje que recibí ayer de Ca Revolta decía: «Cristina Piris ha dejado de estar físicamente con nosotros hoy 26 al mediodía». Qué bien dicho: físicamente.

Murió rodeada de buenísimos amigos, que quisieron acompañarla en ese trance que, cuando me llegue, daría cualquier cosa por ser capaz de afrontarlo con un tercio de la entereza y la dignidad que ha demostrado ella. Un ejemplo hasta en la muerte.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de diciembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/12/27 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: ca_revolta apuntes 2003 valencia cristina_piris muerte | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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