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1993/12/11 07:00:00 GMT+1

Con portavoz y toda la pesca

Ha llegado la moda de los portavoces. De un tiempo a esta parte, todo el mundo que se precia tiene un portavoz. Un portavoz, en épocas normales, corre el peligro de servir para muy poco -recuérdese la espléndida nulidad de doña Rosa Conde-, pero cobra una enorme importancia en caso de desgracia. Nos lo han demostrado hace muy poco las familias de Julio Iglesias Zamora -jamás segundo apellido fue tan necesario- y la del empresario ilicitano Manuel López Bailén, fallecido en trágicas circunstancias en Argelia. Ambas han evidenciado que hoy en día es imprescindible tener un portavoz, para no incurrir en esa práctica de tan mal gusto que consiste en hacer declaraciones personalmente, como si uno fuera hijo de Pablo Escobar.

Me llama por teléfono mi amigo Gervasio Guzmán:

-¿Es verdad que te has hecho una herida en la nariz pegándote contra una chimenea? Pero, hombre, ¿dónde tenías la cabeza?

En condiciones normales le habría contestado la verdad: o sea, que la cabeza la tenía justo debajo de la chimenea, y que por eso me pegué contra ella al levantarme. Pero no quiero parecer un antiguo. Así que le respondo:

-No tengo nada que declarar. Habla con mi portavoz-. Y cuelgo.

Cuando pensé en hacerme con un portavoz, se me plantearon dos problemas. El primero que, a lo que parece, un requisito para tener portavoz es constituir una familia. Y yo no soy una familia. No cabe llamar familia a un único individuo, y menos si mide sólo 1,68. Segunda dificultad: imaginé que mis magros recursos económicos no me darían para semejante lujo. Porque me suponía que -aunque de eso no se suela hablar, por obvias razones de tacto- hacerse con un portavoz saldría por un ojo de la cara.

Pero qué va. El asunto se me ha resuelto sin la menor dificultad, gracias a las nuevas modalidades de contratación decretadas por el Gobierno. Me he hecho con un aprendiz de 39 años a precio de saldo y lo he nombrado portavoz plenipotenciario. Es un chollo: No tengo que pagar Seguridad Social por él y puedo despedirlo, incluso colectivamente, en cuanto quiera.

Me queda cumplir con la tercera condición: la de padecer una gran desgracia que despierte el interés colectivo, tipo secuestro o asesinato. Estoy en ello. Pero, en el ínterin, hago que mi portavoz particular se vaya entrenando con las pequeñas miserias de cada día, que suscitan alguna atención, así sea mínima, entre mis próximos.

Vuelve a sonar el teléfono:

-Hola, Javier: ¿cómo te va la preparación de la cena?

-Habla usted con su portavoz. Al señor Ortiz se le han pegado las lentejas. No habrá ningún nuevo comunicado hasta mañana a las 10.

Tiene razón el Gobierno. Está abriendo la mar de posibilidades de nuevos empleos. Ya ven: incluso a mí me ha convertido en empresario.

Javier Ortiz. El Mundo (11 de diciembre de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 13 de enero de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1993/12/11 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: miscelánea 1993 el_mundo sociedad | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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