Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

1998/01/28 07:00:00 GMT+1

Clinton, ese hombre

De acuerdo con el editorial de ayer de este periódico. En efecto, el presidente de los Estados Unidos, que es un señor adulto, está en su derecho a tener los contactos sexuales que le venga en gana con quien o quienes quieran participar en ellos, y es aberrante que la Justicia norteamericana se meta de por medio. No sólo por razones sólidamente jurídicas, sino también por estrictos motivos de educación: no se le puede pedir a nadie que pregone esas cosas a los cuatro vientos con nombre y apellidos.

Me parece también no sólo mal sino incluso ridículo el argumento de los puritanos vergonzantes, que alegan que lo grave no es que Bill Clinton tuviera contactos sexuales con Monica Lewinsky, sino que mintiera en su declaración, porque mintiendo en eso habría demostrado que es capaz de mentir y, por ende, que no es fiable. Toda esa argumentación es un disparate. Primero, porque uno puede negarse a revelar lo sucedido en un asunto privado pero, por lo demás, acostumbrar a decir la verdad. Mi criterio es justo el opuesto: me parece más de fiar quien preserva la intimidad de sus compañías de cama que quien la airea. Segundo: el que diga que nunca miente, miente. Y, en fin: para saber que Bill Clinton no es de fiar, lo que es a mí no me hacía falta la señorita Lewinsky para nada.

De todos modos, tampoco conviene exagerar la distinción entre actividad política y conducta sexual. Tiene valor jurídico y político, pero no puede aplicarse a otros considerandos. Nadie es de un modo a la hora de actuar profesionalmente y de otro cuando trata de satisfacer -o cuando reprime y sublima- sus pulsiones sexuales.

¿Qué parece desprenderse de lo que nos cuentan del comportamiento sexual de Bill Clinton? Que, con cierta frecuencia -si es que no siempre-, se sitúa ante las mujeres con mentalidad de cazador. No es un gran hallazgo, desde luego: todos los hombres hemos sido educados desde nuestro nacimiento para eso, en probable coincidencia con nuestra impronta genética. Pero también hemos sido educados en la conveniencia de reprimir ese impulso agresivo. Cada hombre acaba comportándose luego según el equilibrio -o la falta de equilibrio- que tienen en él esas dos vertientes: la animal -digamos, por abreviar- y la civilizada. Tal parece que la fuerza agresiva de Clinton no se ve compensada con una fuerza autorrepresiva de magnitud suficiente. Le puede su afán cazador.

Pues bien: vistas así las cosas, tampoco hay demasiada contradicción entre la vida privada del presidente de los Estados Unidos y su comportamiento político. Es más: estoy seguro de que si muchos norteamericanos le dieron su voto fue porque percibían en él ese afán narcisista de seducción, convertible eventualmente en agresividad a la hora de la conquista.

Que nadie se engañe: frente a Monica Lewinsky y frente a Irak, Bill Clinton es siempre el mismo.

Javier Ortiz. El Mundo (28 de enero de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de enero de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/01/28 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: lewinsky 1998 clinton el_mundo usa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)