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2000/10/15 06:00:00 GMT+2

Clemente

Aunque donostiarra, mi entusiasmo por la Real Sociedad es perfectamente descriptible. Lo mismo que mi pasión futbolística, en general. Mi experiencia como seguidor realista jamás me ha animado a acrecentar ni el uno ni la otra: el equipo de mi ciudad ha conseguido aburrirme demasiadas veces, desde aquellos lejanos tiempos en los que jugó medio bien y ganó dos Ligas seguidas, mayormente porque los demás equipos jugaron todavía peor.

Después de aquellos dos memorables eventos -dicho sea en el sentido más exacto de la palabra-, la Real Sociedad pasó a ser la Real Mediocridad de siempre. Aunque bien es verdad que, si como equipo de fútbol se hundió en la medianía, como máquina de hacer dinero empezó a funcionar bastante bien, gracias a su decisión de meter extranjeros en la plantilla: contrataba por poco dinero a ignotos futbolistas del Este europeo, o portugueses, o de donde fuera, y a continuación los traspasaba a algún equipo importante por muchísimo más.

Ahora, con Javier Clemente como entrenador, ha conseguido el pleno de los desastres: es una porquería de equipo y, además, no tiene manera de comerciar con sus extranjeros, porque también parecen una porquería. ¿Quién va a querer contratar a un portero que en 45 minutos es incapaz de parar ni uno solo de los balones que los contrarios le envían entre los tres palos?

Hablo del Real Sociedad-Barcelona de ayer, claro. En el primer tiempo, el Barça, sin esforzarse gran cosa, le metió seis goles a la Real, que jugaba en su propio campo. El segundo tiempo pasó sin pena ni gloria, más que nada porque el Barça prefirió sestear: tiene compromisos importantes en el horizonte cercano y tampoco sentía mayor interés en humillar todavía más a los de Clemente. Pese a lo cual, la Real demostró su incapacidad para meterle un gol al mismísimo arco iris.

Hay dos tipos básicos de buenos entrenadores. Están, de un lado, los que se hacen cargo de un veintena de grandes estrellas del balón y son capaces de conseguir que funcionen más o menos como un equipo (lo cual no es fácil, porque las estrellas tienden espontáneamente hacia el individualismo). El otro tipo de buenos es el constituido por los que contando con un grupo de jugadores de escaso virtuosismo, se las ingenian para organizarlos sólidamente, de modo que formen un bloque compacto y compensen sus déficit de calidad a base de disciplina y esfuerzo físico.

Javier ha demostrado hasta la saciedad que no forma parte de ninguna de las dos categorías. Fracasó dirigiendo estrellas -las de la selección española, las del Atlético de Madrid- y fracasa dirigiendo equipos de bajo presupuesto. El espectáculo de ayer en Anoeta fue antológico: hacía años que no veía un equipo tan mal organizado. El Barça metió seis goles sólo porque pasa por un mal momento. De haber estado en racha, mete diez. Le habría bastado con aprovechar los pases de la muerte que los defensores realistas hacían sin parar a sus delanteros.

Pero me da igual que Javier Clemente sea un mal entrenador. No tengo ninguna vocación de clementólogo. Más interesante me parece dilucidar por qué la directiva de la Real puso sus ojos en él, como antes lo hicieron tantas otras. Y sólo encuentro una explicación para ese singular fenómeno: los directivos del fútbol se sienten atraídos por el nivel intelectual del burro flautista de Barakaldo. Con él, se sienten como en familia.

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(*) Pese al uso erróneo que hoy en día tiende a hacerse del término, un evento no es un acontecimiento más o menos sonado, sino un suceso inesperado. Evento es palabra afín a eventualidad. Dicho sea para que quienes no tienen afición alguna por el fútbol puedan sacar algo de útil de este apunte de hoy.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (15 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de abril de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/10/15 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: clemente real_sociedad donostia diario 2000 fútbol | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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