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1999/07/24 07:00:00 GMT+2

Claudio Rodríguez

Es de noche. Hay cuarto creciente. Hemos cenado en el silencio del valle: el Cabeçó d'Or al fondo, la madre mar abajo.

La charla de la sobremesa acaba derivando hacia la verdad y la impostura de algunas gentes de nuestras respectivas profesiones: el teatro, la poesía, el periodismo... Hablamos del uno, que afecta aires de profundo humanista y no es más que un tiranuelo pesetero. Del otro, que se las da de ogro y no lo consigue, para su suerte. Del de más allá, que tampoco es gran cosa, pero eso sí, muy educado, y algo es algo.

La nómina de los farsantes se va agigantando. Se nos queda rala, en cambio, la de las personas de una pieza. Me viene a la memoria un reciente y excelente artículo de Javier Marías en El País sobre tres célebres falsarios oportunistas (1). Gente que reconoce haber hecho -haber sido- cualquier cosa para sobrevivir, para quedar a flote.

Por contraste, evoco a Claudio Rodríguez.

Cuento dos anécdotas suyas.

Recuerdo cómo, miembro del jurado de un muy afamado premio de poesía, rechazó indignado las presiones de los organizadores, contrarios a conceder el galardón a un libro que a ellos les parecía «pornográfico». «Muy bien», dijo Claudio Rodríguez. «Pues dimito ahora mismo como miembro de este jurado y convoco a la prensa para contar lo ocurrido».

Los organizadores se rajaron y el poemario en cuestión, obra de una jovencísima escritora, ahora ya consagrada, se llevó el premio.

«Él es así», digo. Y lo confirmo relatando cómo, en otra ocasión, bastantes años después, cuando ambos formamos parte del jurado de un premio de poesía, llegó por la mañana a la reunión con sus fichas en ristre -se leía todos los libros y hacía una ficha de cada uno de ellos- y dijo: «Quiero que quede descartado de inmediato el libro registrado con el número 36». Los demás integrantes del jurado nos quedamos perplejos. ¿Por qué? «Porque ayer Fulanita de Tal se presentó en mi casa, le entregó una cerámica a mi mujer y le pidió que me dijera que su libro era el 36». No cito aquí el nombre de la tal Fulanita porque en este país no gusta que se diga la verdad sobre los muertos. Pero el caso es que su libro quedó descartado.

Relato este par de anécdotas de Claudio e ironizo: «Gracias a él descubrí que no es imposible que un premio literario sea limpio».

No sabía que, en aquel mismo instante en que rendía homenaje a su integridad, él se moría.

Cómo y cuánto quisiera que mi pensamiento haya volado en la noche del miércoles desde la tibia ribera del Mediterráneo hasta su cama de muerte, y que se haya posado a su lado, a modo de último y muy sentido agradecimiento.

Javier Ortiz. El Mundo (24 de julio de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 24 de julio de 2011.

(1) Nota: El artículo de Javier Marías tuvo su cosa y dio lugar a varias réplicas y contrarréplicas del mismo, incluso en el 2005.

El artículo más iluso. Javier Marías. 26 de junio de 1999.

Réplica. Eduardo López Aranguren. 3 de julio de 1999.

Con desagrado respondo. Javier Marías. 10 de julio de 1999.

Con hastío respondo. Javier Marías. 24 de julio de 1999.

Un error. Eduardo López Aranguren. 24 de diciembre de 2005.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1999/07/24 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: claudio_rodríguez jor el_mundo literatura 1999 muerte preantología javier_marías españa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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