Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2007/08/20 07:00:00 GMT+2

China y Hitler, olímpicos

Lo de China es un escándalo. No; dos escándalos.

El primer escándalo lo proporcionan las autoridades políticas de la mal llamada República Popular, que son una especie de antología viviente del desprecio por los derechos y las libertades ciudadanas, empezando por el derecho a la vida, que trasgreden a diario aplicando la pena de muerte a mansalva.

El segundo escándalo lo encarnan las potencias occidentales, que saben cómo se maltratan en China las libertades civiles, pero que no dicen nada ni protestan por nada porque China es, mucho más que un Estado, una fantástica cifra de negocios, y nadie quiere indisponerse con sus gobernantes.

La última desvergüenza de ese género la ha protagonizado el Comité Olímpico Internacional, que ha respondido a varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, que le habían informado con cifras y datos concretos de las intolerables violaciones de derechos fundamentales que se están produciendo en los propios trabajos preparatorios de los Juegos Olímpicos, diciéndoles que no puede hacer nada al respecto, porque ésos no son asuntos de su competencia.

En los últimos años he leído decenas de artículos de prensa empeñados en recordarnos el gran error que cometieron los adalides de las principales democracias occidentales cuando hicieron la vista gorda ante los desmanes iniciales de Hitler. Han esgrimido una y otra vez «el error de Munich» para alertarnos sobre fenómenos tan variopintos como el peligrosísimo régimen de Sadam Husein –que se disponía a dominar el mundo, nos decían– o el terrorismo de ETA, con el que no se podía negociar nada de nada porque seguro que en cuanto nos descuidáramos invadía algo (Polonia, Navarra o el Condado de Treviño, cualquiera sabe).

Pasaban todos ellos de puntillas por dos puntos esenciales para explicar la tolerancia de Gran Bretaña y Francia ante los primeros desafíos internacionales del III Reich. Primero: no tenían ganas de enfrentarse a Hitler porque, en buena medida, simpatizaban con su discurso anticomunista. Segundo: no querían enemistarse con Alemania, porque era una primerísima potencia económica con la que o bien tenían importantes negocios o bien esperaban tenerlos.

La ceguera y la desvergüenza de la que hicieron gala los firmantes del Tratado de Munich de 1938 habían tenido un precedente inequívoco: los Juegos Olímpicos de 1936, que se celebraron en la Alemania nazi y a los que todos los estados sedicentemente democráticos acudieron con la sonrisa en los labios, pese a que para entonces estaba ya más que clara la naturaleza dictatorial del Estado organizador, que había convertido el acontecimiento en un gigantesco acto de propaganda del Nacional-Socialismo.

Ahora se disponen a acudir a los Juegos Olímpicos de China, todos en tropel y sin decir esta boca es mía.

Ahí sí que hay semejanzas.

Javier Ortiz. El Mundo (20 de agosto de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/08/20 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo deportes juegos_olímpicos china 2007 alemania política hitler | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)