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1999/05/15 07:00:00 GMT+2

Borrell, otro juguete roto

«Borrell, cuidado con él», ha alertado una y otra vez en los últimos meses -qué digo meses: años- Antonio Gala.

Confieso que nunca entendí muy bien su advertencia. No es la primera vez que su sutileza me desborda. «Quizá quiera avisarnos del peligro de que, cuando al final Borrell se dé el castañazo total, pueda caérsenos encima», me decía.

Porque la verdad es que siempre he estado convencido de que este Borrell se nos vendría abajo.

Intentó sentar sus reales en una posición imposible. Quiso poner su campamento electoral en tierra de nadie, entre el felipismo y el antifelipismo. Pero es de sobra sabido que sentarse entre dos sillas es una forma bastante segura de caerse de culo.

Algunos se lo dijimos negro sobre blanco, pero él no quiso -o no supo o no pudo- tenerlo en cuenta. Y se metió de cabeza en un juego aparentemente muy astuto que, por lo que se ha visto al final, ni él mismo sabía en qué consistía.

La confirmación de que su fin estaba próximo la proporcionó hace escasas fechas Joaquín Almunia, cuando dijo: «Borrell será nuestro candidato... a no ser, como se decía en mis tiempos de estudiante de Derecho, "por causa de fuerza mayor"». La salvedad era tan obvia -él también dejaría vacante la Secretaría General del PSOE si le cayera una jardinera de doscientos kilos en la calva, no te fastidia- que únicamente cabía tomarla como un augurio: estaba anunciando -tal vez con un punto de crueldad, e incluso de sadismo- la inminente caída de quien fue su rival y vencedor hace trece meses.

Debo reconocer que el estrepitoso fracaso de Borrell no me produce ningún impulso conmiserativo.

Siento instintiva simpatía por los perdedores profesionales. Por los que se meten en peleas que saben de antemano imposibles. Por los que se pegan hasta con el lucero del alba, si hace falta, pero no porque confíen en vencer, sino porque creen vergonzoso no plantar cara.

A cambio, no me dan la más mínima pena aquellos que acaban trasquilados tan sólo porque su ambición desmedida les ha jugado una mala pasada. Porque les ha pesado más que su inteligencia.

Es el caso de Borrell. No tiene nada de singular: son muchos los espécimenes hispanos -no sólo políticos, pero muy especialmente políticos- que acaban resultando víctimas de la abismal diferencia que hay entre su astucia real y la que ellos mismos se atribuyen.

Se va por aclamación. Hasta él mismo ha comprendido que no le queda más remedio. Nadie puede resignarse a alternar entre ser un hazmerreír y ser un hazmellorar.

Javier Ortiz. El Mundo (15 de mayo de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de noviembre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1999/05/15 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo 1999 almunia aznarismo psoe antonio_gala josep_borrell | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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