Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2000/10/07 07:00:00 GMT+2

Belgrado, primer acto

«Lo que las bombas de la OTAN fueron incapaces de lograr, lo ha conseguido el pueblo yugoslavo en pocas horas», oigo decir.

No está mal traído. Pero es falso.

Para empezar, la OTAN nunca pretendió derrocar a Milosevic con sus bombardeos. Dijera lo que dijera. Los jefes militares de la Alianza Atlántica -los militares, insisto- conocen su oficio. Sabían de sobra que las guerras no se ganan desde el aire.

Las condiciones eran otras. Y los objetivos, también.

«El pueblo serbio estaba harto ya de Milosevic», apuntan otros.

La mitad, al menos, parece que sí. Una tercera parte, según las últimas elecciones, no.

Pero, en todo caso, eso también es secundario. Los tiranos no caen porque sus súbditos estén hartos de ellos.

Para que una revuelta política de base triunfe, el hartazgo del pueblo es sin duda una condición necesaria, pero no suficiente. Hay tiranías que tienen a buena parte del personal hasta los mismísimos, y que, sin embargo, aguantan y aguantan. Ahí tenemos al régimen chino para demostrarlo.

«Pero es que la penuria era ya insoportable», replican. Eso me vale aún menos. Si la penuria fuera un detonante automático de la revuelta popular, tres cuartos de África y media América Latina estarían de revuelta permanente. Y no parece. En comparación con esas áreas del mundo, Yugoslavia era todavía Jauja.

Los acontecimientos de estos días en Belgrado vienen a avalar lo que bien puede tomarse como una ley de la Historia: para que triunfe una revolución, dicho sea en el sentido más amplio de la palabra, hace falta que se reúnan dos condiciones.

La primera -en la que siempre se insiste- es que los de abajo no quieran seguir en las mismas.

Pero hay una segunda -que es por lo menos tan importante como la otra, pero que con frecuencia se desdeña-: que los de arriba no sepan cómo seguir en las mismas.

De hecho, ambos factores se potencian mutuamente.

El tinglado de Milosevic ha empezado a desmoronarse en el momento en que se le han agotado las recetas para perpetuarse. Lo cual ha llevado al desconcierto y a la parálisis no sólo al conjunto de la casta dominante de Serbia -incluido el mando militar-, sino también a su amplia base social.

Porque, nadie se engañe: en las calles de Belgrado ha habido mucha gente, pero en sus casas se ha quedado muchísima gente más. Por no hablar de los cuarteles.

La oposición serbia se ha hecho con el control del país no porque tenga mucha fuerza, sino porque su rival no ha sabido cómo usar la suya para mantener las riendas.

Que nadie se engañe: sólo ha concluido un acto. La obra sigue.

Javier Ortiz. El Mundo (7 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de octubre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/10/07 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: milosevic otan 2000 yugoslavia el_mundo | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Una lección de historia, no debemos olvidar la historia, Genial, Ortiz. A tenor de lo dicho, ahora en Pakispain, tenemos las dos condiciones para hacer la revolución: la calle está que arde (por eso aconsejan quedarse en casa y no televisar movidas), y el gobierno no sabe que hacer, cada vez a peor gracias a su propio embarullamiento. ¿Me equivoco? 

Escrito por: JNativo.2012/10/10 12:54:40.193000 GMT+2

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)