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2001/02/04 06:00:00 GMT+1

Aznar polemista

Una de las más llamativas carencias que presenta la personalidad política de José María Aznar es su apabullante torpeza como polemista.

Era un discutidor mediocre incluso en sus tiempos de aspirante, cuando estaba cargado de razones.

Resultaba realmente sorprendente que Felipe González pudiera escáparsele una y otra vez vivo al corral en los debates electorales televisados, disponiendo como disponía el hombre de una amplísima panoplia de argumentos anonadantes que esgrimir frente al entonces presidente del Gobierno.

Los exponía de manera tan deslucida y confusa que resultaban directamente incomprensibles para la mayoría. Daba pena.

Malo incluso en el manejo de razones sólidas, no digamos nada del espectáculo que ofrece ahora, cuando le toca defender posiciones que, en muchos casos, son difícilmente sostenibles, cuando no directamente insostenibles.

Tómese a modo de ilustración práctica de lo anterior la intervención pública que tuvo ayer en Galicia en el mitin de presentación de la enésima candidatura de Manuel Fraga a presidente de la Xunta.

El propio boato del que se rodeó el acto, al que fueron convocados todos los medios de fuera de Galicia, fue un error. Hace falta ser bastante zote para, en un momento en el que el PP está urgentemente necesitado de recuperar imagen centrista, montar ese numerito con Aznar de la mano de Fraga, identificándose urbi et orbi con un personaje que encarna el lado más intolerante y carpetovetónico de la derecha española.

Pero fue todavía peor cuando habló.

Qué despliegue de incoherencia. Ni siquiera se dio cuenta de que, por muchas cámaras y micrófonos foráneos que tuviera delante, aquello era Galicia. Fue cómico: se puso a aleccionar a la audiencia sobre la Ley de Extranjería y el Plan Hidrológico Nacional, sin reparar en que Galicia apenas recibe inmigración extranjera y en que, si hay algo de lo que está sobrada, es de agua. A cambio, no dijo ni una mala palabra sobre el mal de las vacas locas, que es por allí una preocupación prioritaria. ¡Llegó a criticar al PSOE porque «le da igual incluso hablar de las vacas locas», que es lo que debería haber hecho él!

Fue muy astuto también el modo que eligió para descalificar al BNG y al PSdeG: según él, el primero es inaceptable porque ha pactado con «los amigos de Estella», y el segundo, porque «ha pactado con los que pactan con los amigos de Estella». Con gente así, por lo visto, no se puede ir ni a tomar una caña. Pasó por alto que él mismo acostumbra a pactar con CiU, que ha pactado con «los amigos de Estella» tanto como el BNG, porque también es firmante de la Declaración de Barcelona.

Eso sin contar con su ya más que irritante tendencia a reducir al absurdo todas las críticas de la oposición socialista. Las expone de tal manera que sus autores parecen no ya estar equivocados, sino ser directamente imbéciles, cuando no intrínsecamente malvados. Ayer les acusó de toda suerte de extravagancias, entre ellas... ¡estar en contra del desarrollo económico!

Pero su momento cumbre llegó cuando soltó una frase que a él le debió parecer estupenda: «Me apetece bajar a la tierra», dijo, esbozando esa mueca que él acostumbra a utilizar a modo de sonrisa.

¡«Bajar a la tierra»! No podía ponérselo más fácil a sus oponentes, el muy torpe. Creo que no queda ya ninguno que se haya privado de comentar jocosamente este singular reconocimiento de ingravidez política.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (4 de febrero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de abril de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/02/04 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: diario 2001 aznar | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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