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2005/10/11 06:00:00 GMT+2

Así va a ser

Así fue, Xabier Arzalluz

Han sido dos largos años de trabajo bastante intenso, pero el resultado estará ya en la calle, por fin, el 18 de este mes. Son las memorias de Xabier Arzalluz y, para mí, el trabajo más importante que he realizado hasta ahora en el campo de la edición. El libro se presentará el próximo 20 de octubre en Barcelona con la colaboración de Josep-Lluís Carod-Rovira, de Antoni Segura -segundo de a bordo del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Barcelona- y del propio Arzalluz.

La presentación en Madrid será el 10 de noviembre. En este caso les tocará a Julio Anguita y a Iñaki Anasagasti flanquear a Arzalluz.

Califico el libro, en el prólogo, de memorias orales, porque eso es lo que son. Arzalluz no quería escribir sus memorias. No le apasionaba lo más mínimo la idea. Es de los que piensan que los libros de memorias responden al deseo de quienes los escriben de justificar su propia biografía. Así que fuimos otros -en particular el lehendakari Ibarretxe e Iñaki Anasagasti, aparte de mí mismo- quienes le dimos la murga para persuadirle de que tenía la obligación cívica de contar lo mucho que ha vivido a lo largo de su vida política y cómo lo ha vivido (hasta la fecha, porque aún le queda cuerda).

Le convencimos a medias. Aceptó relatarlo, pero no escribirlo. De modo que hube de asumir yo la función de transcriptor. Tuvimos muchas y muy largas sesiones de entrevistas en las que fue desgranando sus recuerdos (sobre todo los referidos a su actividad política: apenas habló de su vida privada, por voluntad expresa).

Me tocó luego a mí poner todo ese material en limpio. Y a él revisarlo y corregirlo.

No soy yo quién para juzgar el resultado, por lo que me implica en tanto que editor (no así en lo relativo a su contenido, que sólo concierne al propio Arzalluz). Los lectores dirán. Lo que sí he de reconocer es la satisfacción que me produce haber logrado que se materialice un testimonio histórico que, de no ser por este libro, es muy dudoso que hubiera visto la luz.

Calculando por la extensión de las grabaciones digitales de las entrevistas, pasamos juntos unas cien horas. Quiere esto decir que, para estas alturas, algo me conozco al personaje. No sólo por lo que aparece relatado en el libro, sino también por las muchas observaciones, juicios críticos y anécdotas que me fue contando off the record durante todo ese tiempo. Pero ni me he aprovechado durante estos dos años ni me aprovecharé ahora de ello para emitir juicios de experto. Me comprometí con Arzalluz desde el principio a no utilizar con fines periodísticos coyunturales nada de lo que saliera en nuestras entrevistas, y he respetado ese compromiso fielmente, pese a que en más de una ocasión -téngase en cuenta que bastantes de nuestros encuentros tuvieron lugar durante un período de intensa actividad política, externa e interna, de quien era por entonces presidente del PNV- me habría venido muy bien, en tanto que periodista, saltármelo a la torera. Lo cual no quita, por supuesto, para que me haya beneficiado indirectamente de sus conocimientos para ampliar y enriquecer los míos.

Este punto de los compromisos y la palabra dada me viene al pelo para subrayar un aspecto para mí notable que ha tenido cuanto se ha relacionado con este libro. Me refiero al hecho de que Arzalluz y yo hemos funcionado todo el tiempo sin firmar ni un solo papel. Ningún contrato. Cuando le ofrecí la posibilidad, me preguntó: «¿A ti te hace falta mi firma?». «Para nada», le contesté. «Pues a mí tampoco la tuya», dijo, y quedó zanjada la cuestión. Consideramos que nuestros compromisos orales eran más que suficientes. «Palabra de vasco», dicen en Sudamérica para referirse a lo que los británicos llaman gentleman`s agreement. Sé que cierto tiempo después se le presentó la enviada de una editorial de alto copete ofreciéndole no sé cuánto -bueno, sí lo sé, pero me lo callo- por dejarme en la estacada y hacer el libro para ellos. Se negó en redondo, pese a saber que yo iba a contribuir con él a cualquier cosa menos a hacerlo rico. Pero nuestro acuerdo no era económico: abarcaba el compromiso de que lo que saliera finalmente de la imprenta sería en todo caso lo que él quisiera y como él lo quisiera. Y era eso lo que más le importaba.

Ahora nos toca hacer algunas presentaciones públicas -imagino que tras las de Barcelona y Madrid habrá alguna en Euskadi-... Y luego, pues a otra cosa.

Espero seguir viéndolo de vez en cuando. Será, me imagino, con mesa y mantel de por medio, porque conserva intactas sus facultades cuando se trata de dar cuenta de unas pochas, o de una merluza en salsa, o de una pierna de cordero. Seguiremos discutiendo de política -para mí que él me toma por más izquierdista de lo que realmente soy- y conviniendo, eso sí, en que el mundo no tiene arreglo.

Ha sido una experiencia interesante.

"Qué, ¿tienes ya en mente algún otro al que sacarle ahora los recuerdos?" me dijo en uno de nuestros últimos encuentros, en plan socarrón.

"No, ya me vale" -le respondí, siguiéndole la broma-. Como mucho, me dedicaría a escribir mis propios recuerdos. Pero no creo que lo haga. No les veo el interés.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (11 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de octubre de 2009.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/11 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: euskadi arzalluz euskal_herria apuntes 2005 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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