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2002/07/14 06:00:00 GMT+2

Armstrong

Me entero por los comentaristas de ciclismo de Eurosport, Antonio Alix y Peio Ruiz Cabestany, del despliegue de nacionalismo chabacano que están haciendo los medios de comunicación españoles en el presente Tour de Francia, tomando al norteamericano Lance Armstrong como diana predilecta de sus dardos. Lo ponen a parir con cualquier excusa: dicen que es una máquina inhumana, que se muestra frío como el hielo, que priva al ciclismo de todo su romanticismo, que carece de rivales a su altura (sic!), que tiene un carácter altivo y distante...

Y esto lo sostiene la misma gente que hace diez años mostraba auténtica veneración por Miguel Indurain que, como se sabe, fue siempre la misma quintaesencia del romanticismo, la simpatía y la improvisación.

El forofismo español es profundamente antideportivo. No sólo por su parcialidad, exagerada hasta extremos verdaderamente desagradables, sino por su falta de interés real por los deportes. Se interesan por ellos sólo en la medida en que hay algún español que puede ganar un premio, y pierden todo interés en cuanto se quedan sin colores patrios que defender. Ha habido comentaristas que no han tenido ningún empacho en reconocer que jamás en su vida se habían interesado por los sprints de fin de etapa... hasta que ha aparecido Freire, que ha ganado uno y ha disputado varios. Ahora que el pobre Freire se ha caído y no está ya para muchos sprints -es posible que tenga que abandonar el Tour-, retomarán su anterior indiferencia.

Lance Armstrong es un magnífico ciclista que corre para ganar. Todos los ciclistas corren para ganar, por supuesto, pero no todos hacen tanto como él para lograr la victoria. Quienes lo conocen saben los tremendos sacrificios que se impone para estar en perfecta forma, para corregir sus defectos, para que su cuerpo -que superó un cáncer muy avanzado- sea esa «máquina» perfectamente engrasada que tanto irrita a quienes se aburren viéndolo ganar una y otra vez. Ningún entrenamiento convierte en fuera de serie a un pedrusco, pero muchas potencialidades extraordinarias se quedan en medianía por falta de un entrenamiento de elite.

Armstrong sabe que las victorias no se asientan sólo en las piernas, el corazón y los pulmones; que el cerebro juega también un papel fundamental. Su distancia, su frialdad y sus aires de superioridad son otras tantas armas psicológicas de las que se sirve para amedrentar a sus rivales, para recordarles que él es un fuera de serie, para hacerles correr acoquinados.

Ayer Armstrong se cayó. No pude ver en qué consistió el incidente, pero se llevó un buen mamporro. Quedó ligeramente aturdido, tirado sobre la hierba. Al cabo de un momento, saltó como una fiera, se echó sobre la bicicleta y empezó a pedalear como un poseso. Gracias a su esfuerzo portentoso, perdió sólo medio minuto. Fue todo un espectáculo verlo luchar contra la adversidad y comprobar que la sangre le puede hervir como al más pintado, pero con mejores resultados.

¿Qué haría falta para que la prensa española dejara de maltratarlo? Que pidiera la nacionalidad, como el Juanito de las nieves, supongo.

Los comentaristas deportivos españoles nunca serán respetuosos con los hechos, porque son incapaces de entender que en el ciclismo no hay patrias. Que la patria de los ciclistas es la bicicleta, y sus fronteras, los límites del asfalto.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (14 de julio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/07/14 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: españolismo ruiz_cabestany diario ciclismo indurain 2002 lance_armstrong antonio_alix | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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