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1997/08/04 07:00:00 GMT+2

Anguita y Saramago

Creo que fue Rosa Aguilar la que lo dijo hace unos días: «Si Almunia se entrevista con Aznar, la mayoría de los medios informativos lo muestra como un positivo signo de normalización democrática; en cambio, si es Anguita el que se reúne con Aznar, siempre sale alguno que lo presenta como un ejemplo más de la pinza».

El establishment no simpatiza con el coordinador general de IU. Más allá de cuestiones personales, lo que más incomoda a la gente instalada -instalada en la política, en la industria cultural, en el periodismo- es que no le entiende. No comprende su modo de hacer política. «Es como si quisiera quedarse solo», dicen unos. «Ignora las reglas del juego», sentencian otros.

Ni siquiera se les pasa por la cabeza la posibilidad de que conozca esas reglas, pero no las admita. De que se niegue a considerar que la organización social y su aprovechamiento sean un juego.

Entre los periodistas es cosa corriente poner a caldo a los políticos por su carencia de principios, su oportunismo, su demagogia. Pero cuando se encuentran con alguien que tiene principios y que no renuncia a ellos para ganar más adeptos, que no admite que la acción política sea una mera variedad del marketing, lo tildan de soñador, de inhábil, de visionario, de sectario.

El mundo de las letras funciona de otro modo. José Saramago es comúnmente considerado un magnífico escritor. Y lo es. Uno de los más grandes de nuestro tiempo. Se le admira, se le festeja. Sin embargo, las opiniones políticas de Saramago son, tanto por su forma como por su contenido, bastante más radicales que las que Anguita se permite expresar. El respetado novelista portugués afirmó el viernes pasado en Santander que la democracia, tal como la conocemos en nuestra sociedad, es «una falacia». Si Anguita se permitiera lanzar semejante aserto, lo linchan.

Por cierto que, en el sentido que lo dice Saramago, tiene toda la razón: nuestras sociedades actuales -la sociedad global que tiende a imponerse a escala mundial- están dominadas por grandes consorcios económicos y financieros cuyos responsables no han sido elegidos por nadie. Se elige -cuando se elige, y en la medida en que hay verdadera elección- a los políticos, pero los políticos mandan cada vez menos, y de manera cada vez más vicaria.

En realidad, esto lo sabe casi todo el mundo que tiene dos dedos de frente. Pero se supone que un político que aspire a ser alguien -que no tenga «vocación de minoría», como dicen los cursis que marcan el lenguaje dominante- no puede decirlo en voz alta.

Puede sostenerlo un novelista de fama y prestigio. O un columnista de tres al cuarto. Porque se supone que los de esos gremios sí están -estamos- autorizados a ser soñadores, ácidos, radicales, críticos, marginales. Pero no el dirigente máximo de una organización política que puede ser decisiva a la hora de decidir quién gobierna.

Dios, qué poco envidio a Anguita.

Javier Ortiz. El Mundo (4 de agosto de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de agosto de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/08/04 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: anguita el_mundo 1997 saramago iu izquierda rosa_aguilar | Permalink | Comentarios (2) | Referencias (0)

Comentarios

Esta entrada viene mucho a cuento últimamente, con la que está montando Julio estos días

Quizá después de tanto tiempo, al fin ha llegado su momento :)

Escrito por: Andrés 3.0.2012/08/06 12:35:12.429000 GMT+2
http://pensaluzdia.blogspot.com

Sí, hay columnas que vienen a cuento. Ésta es una de ellas.

Escrito por: PWJO.2012/08/06 13:15:50.965000 GMT+2

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