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1994/08/03 07:00:00 GMT+2

Anasagasti

El portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, Iñaki Anasagasti -a quien algunos de mis coterráneos llaman Amasacaspi, en malvada referencia a su peculiar práctica de la justicia distributiva capilar-, pretende extender al campo de la política sus reputadas mañas ocultistas. El lunes hizo público el gran disgusto que le había producido la decisión de Bi-Belloch de acudir al Congreso a defender la concesión del tercer grado penitenciario a Amedo y otros condenados por delitos de terrorismo, y anunció que él, desde luego, no participaría en esa sesión. La justificación de su decisión fue de una admirable simplicidad. Según él, las discrepancias que hay entre los partidos con respecto a la política antiterrorista del Gobierno deben discutirlas entre ellos y en privado; hacerlo en el Parlamento es montar «un espectáculo público» y «contribuir a la ceremonia de la confusión».

¿Se creen ustedes que es ésa la razón por la que Anasagasti -o sea, Arzalluz- decidió no estar ayer en el Congreso? Yo no. Me pega bastante más que el PNV se encontró con la papeleta (¿dar su apoyo oficial a la excarcelación de Amedo, a un tiro de piedra de las elecciones autonómicas, con lo mal que la cosa cae en Euskadi? ¿No dárselo y apechugar con el cabreo de González?) y optó por quitarse de enmedio, por la brava.

Con todo y con eso, es la mar de revelador que a la hora de buscarse una coartada para su ausencia optara por la que puso en circulación. Evidenció la muy sincera aversión que siente por las discusiones cara al público. Él, al igual que los demás dirigentes del PNV, piensa que donde un político debe decir lo que piensa y exigir lo que pretende es detrás de las bambalinas, allá donde no llegan ni los focos ni los micrófonos. Sólo luego, una vez pactados los debidos arreglos sin peligro de que la gente se entere, se está en condiciones de salir al escenario. Hacerlo al revés es, en su criterio, «contribuir a la ceremonia de la confusión».

No es ésta la primera vez que el señor Anasagasti da muestras de agorafobia política aguda. Hace poco -ustedes se acordarán- dio síntomas inequívocos de esta misma patología cuando reprendió mucho a doña Pilar Rahola por participar en una tertulia radiofónica. Para él, un político como Dios manda no debe hacer esas cosas. Y es que en las tertulias cada cual dice lo que piensa, y un político como Dios manda sólo debe decir lo que se ha pactado previamente que dirá. El señor Anasagasti entiende la representación parlamentaria no como la circunstancia de representar al pueblo, sino como la acción de representar una pieza teatral ante el pueblo.

Cada cual es muy dueño de tener sus manías, pero esta manía que siente el señor Anasagasti por las discusiones con luz y taquígrafos es francamente preocupante. Más que nada porque el parlamentarismo -o sea, el Parlamento; o sea, la democracia- consiste -debería consistir- precisamente en eso.

Javier Ortiz. El Mundo (3 de agosto de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de agosto de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1994/08/03 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: psoe anasagasti 1994 terrorismo gal pnv amedo arzalluz belloch el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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