Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2003/05/05 06:00:00 GMT+2

Aficiones raras y aficiones peligrosas

Hay aficiones deportivas que me resultan misteriosas. Nunca he entendido qué puede albergar el cerebro de una persona que se da una paliza de cientos de kilómetros para llegarse hasta un pico del Pirineo, aparcar allí como malamente puede, instalarse en el borde de la carretera y aplaudir -o dar saltos, o incluso, eventualmente, echarse una carrerita- al paso de un grupo de ciclistas, para luego recoger los bártulos, salir del atasco con Dios y ayuda y volver a casa con el tiempo justo de echar una cabezada y estar puntual el lunes en la oficina. Estoy seguro de que el asunto tiene gato encerrado, porque me conozco alguna gente que lo hace y que no es en absoluto estúpida, pero admito sinceramente que para mí es un enigma total.

De todos modos, el ciclismo tiene por lo menos una cierta épica -lo del esfuerzo personal y todo eso- y las carreras discurren a veces por paisajes de gran belleza. No creo yo que pueda decirse lo mismo de las carreras de motocicletas y de monoplazas, como los llaman ahora. Aquí la cosa es ya definitivamente de chavetas. Los mismos cientos de kilómetros, idénticas incomodidades, pero ni Naturaleza ni nada: asfalto, un ruido espantoso, olor a gasolina... y a esperar a que pasen por delante y te dejen contemplar breves segundos de lo que están haciendo. No digo yo que no pueda haber peleas curiosas y lances espectaculares en una carrera de ésas, pero lo raro es que puedas verlo con tus propios ojos. Y para mirar en una pantalla gigante lo que está pasando, te lo ves cómodamente instalado en el salón de tu casa, con lo que puedes ir a mear cuando te viene en gana y la cerveza te sale a un precio módico.

Pero incluso eso estoy dispuesto, si no a entenderlo, sí al menos a concebirlo. Me consta que hay aficiones que atrapan a sus devotos por las vísceras y les mueven a aceptar sacrificios que resultan perfectamente incomprensibles para quien mira el asunto desde fuera. Yo mismo, pese a lo mucho que presumo de racional, he de admitir que he llegado a hacer cientos de kilómetros -e incluso miles- para ver espectáculos musicales (lo que, si no es comparable, da al menos una idea).

Amor a la bicicleta, pasión por el motor... Sea, les gustan esas cosas. Qué le vamos a hacer. Tampoco resultan nocivos para la comunidad, al menos en principio.

Pero lo que no puedo admitir bajo ningún concepto, lo que me pone de los nervios, lo que no dudo en catalogar como práctica socialmente peligrosa y hasta predelictiva, es el comportamiento de la mucha gente que transita de afición en afición y de forofismo en forofismo por razones exclusivamente patrioteras. Todo ese contingente abrumador de personal celtibérico que ha ido libando de flor en flor -hoy gimnasia, mañana tenis, pasado baloncesto, al otro golf, en seguida motos de 50 cc., de 125 cc., de 250 cc.... y ahora Fórmula 1- no porque les interese la práctica que justifica la competición, sino porque hay un español que está triunfando en ella.

Por no hablar ya de los comentaristas deportivos (!) que atizan lo peor de esos sentimientos dando pruebas del sectarismo más enfermizo -y más antideportivo-, incitando al público a desear que los rivales de nuestros compatriotas tengan accidentes, sufran lesiones o padezcan súbitas enfermedades.

Hay quien sostiene que así se desfoga y neutraliza el nacionalismo enfermizo. Yo no lo creo. Para mí que así se entrenan para aplicarlo luego a otras materias.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (5 de mayo de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/05/05 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: deportes 2003 diario ciclismo motor | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)