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2007/08/18 07:00:00 GMT+2

A la venta de emociones

La truculencia se está haciendo dueña y señora de los telediarios. En espacio ocupado, para empezar. Hoy en día es normal que la mitad del tiempo disponible de un informativo de televisión esté ocupado por noticias de desgracias, crímenes y accidentes.

Obviamente, si se produce un terremoto como el que sacudió Perú en la madrugada del pasado jueves, la noticia hay que darla, y hay que darla con toda la extensión que requiere un caso tan doloroso y excepcional. Pero es que hay muchos días en los que los sucesos acumulados en tropel son de una trascendencia francamente menor, cuando no casi anecdóticos, y da igual: la ración sigue siendo como para atragantarse. Quizá tenga yo un problema de sensibilidad, pero para mí que –por poner un ejemplo– tiene difícil justificación, desde criterios ortodoxamente periodísticos, el tiempo que han dedicado en las últimas semanas a especular sobre el caso de la niña Madeleine McCann, desaparecida en Portugal. Un suceso ciertamente penoso, pero de una trascendencia social limitada.

De todos modos, lo principal no es el qué, ni siquiera el cuánto, sino el cómo. Porque sobre un terremoto se puede informar aportando los datos clave de lo sucedido, mostrando sus efectos, dando cuenta del modo en que se están afrontando los trabajos de rescate y de asistencia a la población damnificada, explicando a qué fenómenos sísmicos se ha debido, ilustrando sobre las razones por las cuales las viviendas resisten mejor o peor los movimientos telúricos según dónde y cómo estén hechas… Pero se puede también informar –o como se llame eso– dedicando interminables minutos a mostrar cuerpos destrozados, brazos inertes que salen de entre las ruinas y declaraciones tan desgarradoras como reiterativas de quienes han perdido a sus más allegados y se han quedado sin nada. Por desgracia, es este segundo género el que va ganando terreno. A mal Cristo, mucha sangre.

Las presuntas noticias televisivas ponen cada vez menos interés en el incremento del bagaje de información de la ciudadanía y apuntan con más descaro a provocar sus emociones. Emociones que se pretende que sean de usar y tirar. El objetivo es que el espectador, aturdido por la avalancha de desgracias que le son proporcionadas en tropel y sin jerarquizar, llore rápido cada desastre y lo olvide a escape, de modo que pueda tener el llanto disponible para el siguiente. Miles y miles de asiáticos dejados de la mano de Dios tras una inundación tremebunda dejan paso a los apesadumbrados amigos de tres jóvenes que se han estrellado con su coche a la salida de una discoteca, y éstos a  una nueva e inexplicable –cuanto más inexplicable, mejor– enfermedad.

Y que mañana todo eso pase al olvido. Para que los almacenes mentales puedan acoger una nueva entrega de emociones prefabricadas.

Javier Ortiz. El Mundo (18 de agosto de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: A la venta de emociones. Subido a "Desde Jamaica" el 27 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/08/18 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: periodismo el_mundo terremoto preantología madelein_mccann perú televisión 2007 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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