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2004/08/02 06:00:00 GMT+2

A estas alturas, inevitable

La Dirección General de Tráfico (*) apenas disimula su satisfacción: la «operación salida» de este año ha registrado bastantes menos muertos que la de 2003. La DGT insinúa que ese relativo éxito -ya sabe que no queda elegante festejar ninguna cifra de muertos- se debe a su insistente campaña de «concienciación» contra el exceso de velocidad. Pero quienes seguimos con atención los problemas de la seguridad vial sabemos que la cifra mortal del fin de semana debe ser relativizada. Primero, porque la «operación salida» de este año ha durado un día menos que la anterior. Y segundo, porque las salidas y regresos masivos de vacaciones nunca son especialmente mortales. Son los desplazamientos cortos que se efectúan durante las vacaciones los que registran las tasas más altas de siniestros graves. Lo más probable es que, cuando se haga la contabilidad final del año, se compruebe que seguimos en las mismas, muerto arriba muerto abajo.

«¿Y qué crees tú que habría que hacer para resolver el problema?», me preguntará alguien.

No creo que quepa resolver el problema. Me consta que para afrontarlo a fondo habría que transformar la sociedad, tanto en el plano material como en el ideológico. Los poderes públicos deberían reorientar los sistemas de desplazamiento de la población, facilitándole un transporte público excelente en calidad y en cantidad y sometiendo al transporte privado a fuertes trabas y limitaciones. Pero un cambio material así sería imposible de no venir acompañado de un galopante desprestigio social del individualismo, hoy en día dueño y señor de los corazones.

Pero eso no es un plan para resolver los problemas del tráfico rodado, sino muchísimo más. Algo así sólo podría producirse dentro de una profundísima revolución cultural, ella a su vez imposible sin una previa revolución política y social.

De modo que vuelvo a lo de antes: imposible resolver el problema de los accidentes de tráfico.

¿Se podría paliar? O, mejor dicho, ¿podría hacerse algo que no esté haciéndose ya? A mí se me ocurren algunas medidas suplementarias que cabría tomar, aunque me imagino que resultarían muy impopulares. Pienso especialmente en la necesidad de prohibir la fabricación de coches, como algunos de los que están en venta ahora mismo, que son capaces de superar en más de 100 km./h. el máximo de velocidad a la que está permitido circular. ¿Qué sentido tiene que puedan correr a 240 km./h. si la velocidad máxima autorizada es de 120 km./h.? Del mismo modo, debería estar prohibida la fabricación de coches cuya estabilidad y solidez no están para nada en relación con las velocidades que pueden alcanzar. Hablo de esos utilitarios con chapa de papel de fumar y ligeros como plumas que van a 160 o 180 por hora, casi siempre con alguien muy joven al volante. En fin, habría que endurecer mucho más los controles de las ITV para evitar que circulen automóviles que están permanentemente en un tris de sufrir averías que pueden entrañar peligro. Si las estadísticas precisaran las marcas, los modelos y la antigüedad de los vehículos implicados en accidentes graves, se comprobaría que estoy hablando de algunos de los puntos más sensibles del problema.

Pero no me extrañaría nada que estas medidas que propongo también fueran imposibles. Porque provocarían la indignación de los fabricantes de automóviles, y los fabricantes de automóviles, que están entre los más importantes anunciantes de los medios de comunicación, presionarían sobre éstos para que pusieran en marcha sus maquinarias de movilización de la opinión pública. Los medios se encargarían de «demostrar» que esas medidas son inútiles -si es que no contraproducentes- y lograrían impedir que se pusieran en práctica.

Con lo que regresamos al comienzo: a estas alturas y con este tipo de sociedad, inevitable.

Quizá cualquier día de éstos aborde otros dos dramas estivales recurrentes: los muertos de las pateras y los incendios. Los razonamientos no serán muy distintos.

 

(*) Ya sé que el término correcto, en buen castellano, sería tránsito. Es el que emplean en América Latina. Pero en la Madre Patria optamos por barbarizarnos y aquí todo el mundo dice "tráfico", sustantivo que en tiempos se reservaba para la acción de traficar. La Real Academia, siempre tan suya, ha santificado esa acepción, así que mejor nos rendimos.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (2 de agosto de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/08/02 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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