Solía decir, con su habla formalmente cansina aunque muy burlona de trasfondo, que él en realidad no había cambiado gran cosa políticamente desde los años sesenta: “Te acuestas siendo un triste socialdemócrata y, por la mañana, cuando te levantas, resulta que te has convertido en un peligroso izquierdista. Como el tiempo trascurrido te ha pillado en la cama y durmiendo, deduces que la metamorfosis no puede ser cosa tuya, sino de los demás”.
Con esta breve e irónica digresión, Vázquez-Montalbán ponía en solfa la creciente derechización de la intelectualidad y de las clases cultas europeas, para quienes lo que ayer era sensato ha acabado por convertirse en intolerable izquierdismo.
Es un fenómeno que vemos ya a todas horas y en todas partes. Para estar en sintonía con las nuevas definiciones, la una tiene que olvidarse de que aún lleva el carné de comunista en el bolso; el liberal debe rechazar las actitudes realmente liberales en política para adoptar métodos cada vez más autoritarios y semi-fascistas (el caso más espectacular, el del gobierno francés y el propio Sarkozy) y para ser un laborista con proyección tiene que disponer de una policía dispuesta a matar a quien se mueva de la fila… Las etiquetas huyen a escape de los contenidos del ayer. Todo el panorama político se ha desplazado de tal modo a la derecha que quien dice algo muy semejante a lo que decía la víspera parece un peligro para el funcionamiento actual de nuestras sociedades neoconservadoras.
Un fantasma recorre Europa: el del encastillamiento de los poderosos.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (26 de abril de 2009).