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2007/11/05 05:00:00 GMT+1

Una visita a Melilla

No recuerdo con exactitud cuándo visité Melilla, invitado por su Ateneo –uno de los escasos refugios locales de la gente de ideas avanzadas–, para dar una conferencia sobre la situación de los medios de comunicación en España. Debió de ser en 1993.

Yo era entonces subdirector de Opinión de El Mundo y las fuerzas vivas de la localidad, empezando por su propio alcalde, del PP, o no me tenían muy identificado, o prefirieron dar prioridad al cargo que ocupaba en el periódico, así que me trataron relativamente bien, aunque sin pasarse.

El mejor detalle que tuvo el alcalde-presidente, Ignacio Velázquez, fue el de regalarme un primoroso libro sobre la ciudad («Melilla mágica»), de grandes dimensiones, editado en papel de excelente factura y lleno de magníficas fotografías de José Sánchez Ponce. El libro, impreso en Málaga –lo que no deja de tener su aquel–, reflejaba muy bien lo más llamativo del aspecto de la ciudad: su medio centenar de edificios de estilo modernista y Art Déco.

Entre las muchísimas cosas que yo ignoraba de aquel enclave español en África una era ésa: que acogió a Enrique Nieto, gran discípulo del arquitecto y político catalanista Lluís Domènech i Montaner, fundador de la llamada Escuela de Barcelona. Nieto hizo escuela en Melilla y tanto a él como a sus seguidores les dieron la posibilidad de trabajar a gusto.

Estuve sólo tres días en Melilla, pero mis anfitriones –con uno de los cuales, José Luis, he seguido manteniendo contacto desde entonces– me organizaron un recorrido histórico-social-cultural-político muy aleccionador, que incluyó, si no me falla la memoria, una visita a Nador. Con el tiempo he recordado que me hablaron también del pueblo bereber y de la lengua amazigh, y me dieron a probar su famoso té verde con hierbabuena, aunque creo que me quedé con el 10% de la mucha información que me proporcionaron.

También recuerdo que la charla que di, apacible en su desarrollo general, tuvo un desenlace un tanto tormentoso cuando, a preguntas de un asistente, expresé mi esperanza de que Melilla acabe teniendo un porvenir democrático y libre ajeno a la dominación política española y a la tiranía alauí. Una parte del público mostró su caluroso apoyo a mis palabras, y otra parte, su aún más caluroso repudio. Se ve que no eran lectores habituales de El Mundo porque, por entonces, si las neuronas no me traicionan, yo ya había dejado caer en el diario en cuestión –aunque de manera discreta y precavida– alguna referencia editorial a la conveniencia de ir repensando el estatuto político de Ceuta y Melilla en paralelo con el de Gibraltar.

A veces me desespera lo muy arbitraria que es mi memoria. Evoco lo que más grabado se me quedó de aquel viaje y recuerdo, por encima de todo, dos imágenes fragmentarias: una, la visión de las mujeres bereberes pasando la frontera, llevando a sus espaldas enormes cargas (incluso pesados electrodomésticos), mientras los hombres las seguían paseando con toda tranquilidad, como si el asunto no fuera con ellos… y el horror del avioncito que me llevó desde Málaga, que parecía un autobús español de los años cincuenta al que le hubieran adosado dos alas con sendos motores de hélice. Murmuré a mi vecino de asiento: «Este trasto de mierda se estrella el día menos pensado».

Lo hizo cinco años después. Murieron las 38 personas que iban a bordo.

Escrito por: ortiz.2007/11/05 05:00:00 GMT+1
Etiquetas: amazigh ateneo apuntes bereber lópez_belmonte art-déco 2007 modernista nador velázquez nieto domènech | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Olivença y Gibraltar, dos "enclaves" comparables e incomparables...

Escrito por: Antonio Gil.2007/11/05 11:54:56.018000 GMT+1

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